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Un crimen de odio y un vestido

Le decíamos “Pancho”, su nombre era Francisco. No me dio tiempo de preguntarle si quería o le gustaba que lo llamara Pancho o Panchita, con ese diminutivo que se aplica a los nombres de las personas cuando se les quiere con ternura. No tuve la oportunidad de decirle ¡Ah Panchita usted sí que baila bien!

Pancho era excelente bailarín, acróbata de la danza, su cuerpo lo contorsionaba con facilidad, su cabello caía a la altura de los hombros, en el salón usaba con regularidad mallas negras, franelilla delgada y sus pies los hacía vestir con unos calentadores rotos de color gris. Era muy puntual a la hora de ensayar. A las seis de la tarde ya tenía las puertas abiertas del salón y estaba calentando su cuerpo.

Un día de lluvia se tomó el tiempo para acompañarme a tomarme un café en el cafetín de la escuela. Mientras estábamos detrás del mostrador, esperando mi bebida, Pancho pidió un cigarrillo y aprovechó para preguntarme mi nombre. Minutos después nos sentamos en una mesa del recinto donde compartimos un par de palabras mientras cesaban la bebida, el cigarrillo y la lluvia. Al caer la noche nos fuimos a la parada para tomar el colectivo. Nunca olvidé que el destino nos daba la oportunidad de reencontrarnos, así que varias veces coincidíamos en la calle, en las plazas y en los sitios de fiestas.

Un día, al caer la noche, me gritó por mi nombre desde una esquina de una la calles más transcurridas de la ciudad, yo volteé y allí estaba Pancho. Cargaba lápiz labial fucsia, una falda marrón y una camiseta blanca. Así que crucé la calle para saludarlo, le pregunté qué hacía. Se sonrió y me dijo que esperaba a alguien. A los segundos me despedí, no sin antes decirle que me gustaba como le quedaba ese color labial. Me miró e inmediatamente se dio una vuelta con la mano en la cintura y me guiñó el ojo.

Duré un mes sin ir a la escuela de música y danza, así que no volví a ver a Pancho. Ni siquiera en los lugares donde por lo general nos encontrábamos. Fue entrando el mes de junio cuando nos topamos en un bus. Yo estaba sentada en uno de los asientos y Pancho se subía. Esta vez cargaba su cabello amarrado con una cola y llevaba un vestido de flores muy desteñido. Lo llamé para que se sentara a mi lado. Tuve la sensación que se encontraba triste, así que le pregunté qué le pasaba. Pancho miró para los lados, pues ya sabíamos que todos iban atentos en el autobús para saber de qué podría estar hablando un hombre con vestido. 

—Aquí no — Me respondió.

Me agarró de la mano y me dijo que me bajara con él en la próxima parada, así que accedí. Me mantuvo de la mano hasta que llegamos a una plaza, nos sentamos en uno de los banquitos y me confesó dos cosas. La primera, que estaba viviendo en condiciones difíciles y que por ahora estaba durmiendo en una carpa en la montaña debajo de un puente que había perdido parte de sus objetos personales. Además, me confesó que había enfermado. 

—¿Es peligroso dónde duermes? —pregunté —¿Puedo ir contigo al sitio?

Pancho me explicó que ese día no podía porque debía hacer varias cosas pero si quería podíamos cuadrar al día siguiente en horas de la mañana en una parada y me facilitó la dirección.

Al día siguiente nos encontramos en el lugar acordado. Yo llevaba en mi bolso un pan canilla relleno de vegetales, jamón y un litro de jugo. Nos montamos en el autobús y dejamos atrás la ciudad. La ruta de transporte era concurrida y atravesaba zonas rurales y urbanas. Al llegar al sitio pude ver un puente pequeño al que debajo le pasaba un río. Cerca había una zona verde donde estaba una casa pequeña a la que le pasamos por un lado.

Pancho saludó a la señora de la casa quien salió a mirar mientras caminamos hasta llegar debajo del puente. Allí estaba la carpa. Nos sentamos, comimos y conversamos. Le pregunté por la gente de la casa que habíamos dejado atrás y me dijo que le habían dado permiso para quedarse momentáneamente en la zona. También me comentó que el esposo de la señora lo miraba muy feo y me dijo que ya estaba cansado de mudarse de lugares donde la gente lo discriminaba. Además, si no conseguía donde vivir ya tenía una idea. Se iba mudar más arriba, hacia el páramo, con la carpa. Ya había acordado las horas en la escuela de danza y las horas de subida a la montaña.

Unos días después nos vimos en la escuela. Le entregué un par de franelas, un jean y algo de comida. Pancho agarró las cosas y fuimos al baño de mujeres, se probó las franelas mirándose en el espejo. Mientras tanto, yo no dejaba de mirar su reflejo. Pausadamente mientras lo miraba, le mencioné: 

—Pancho, esto es todo lo que puedo darte, mientras consigo algo más.

Inmediatamente hizo un gesto sutil con su muñeca. 

—Yo sé, chica — me contestó. 

Pancho duró así casi quince días, luego desapareció. No lo volvimos a ver, no supe más nada. Un día en la escuela le pregunté a los empleados del cafetín si habían visto a Pancho y una de las señoras me replicó: 

—Mija ¿No sabes? a Pancho lo mataron.

Ciertamente a finales de junio leí en el diario la noticia que señalaba lo siguiente:

“La comunidad encontró un cuerpo de un hombre de 28 años bañado en sangre y vestido de mujer (…) un sujeto desconocido hasta los momentos por los organismos policiales, asesinó de varios golpes a un hombre por razones desconocidas.”

A Pancho lo asesinaron por ser travesti y pertenecer a la comunidad LGBTIQ. Fue un crimen de odio justo cuando atravesaba un momento en el que sus condiciones de vida eran completamente vulnerables y complejas. Pancho, no olvido tu sonrisa tenue y tranquila a pesar de todo. Paz a tu alma.

Dato especial: 

Hace varios años la comunidad de la Diversidad Sexual en Venezuela han emprendido varias acciones una de ellas es la entrega consecutivamente del anteproyecto de Ley de Protección de la Sexodiversidad y Género para ser discutido para su debate por las comisiones.

En el 2019 la comunidad LGBTIQ solicita a la Asamblea Nacional Constituyente incluir sus derechos en la Carta Magna y de nuevo hacen entrega de la propuesta de Ley. En cuanto a la actual Asamblea Nacional la comunidad LGBTIQ ha solicitado abrir agenda por el reconocimiento de los derechos de la igualdad, reconocimiento de las familias sexodiversas, la identidad de las personas transgénero y solicitar el reglamento sobre crímenes de odio, acoso escolar y “bullying” y negación de derechos.

Todavía la comunidad LGBTIQ sigue esperando por el Estado venezolano.

Lee nuestras crónicas anteriores:

Fuentes consultadas:

Informe Crímenes de Odio por Homofobia y Transfobia. ACCSI con apoyo de ONUSIDA. (2013)

Informe situación de los DDHH de personas LGBT en Venezuela. ACCSI, UNAF y Red LGBTI en Venezuela (2015)

Violencia contra personas LGBTI. CIDH Comisión Interamericana de Derechos Humanos. OEA y ONUSIDA (2015)

Diario Ultimas Noticias. “Comunidad LGBTI pide a la ANC incluir sus derechos en la Carta Magna” (2019) 


Texto: Tibisay Mendoza Ilustraciones: Valentina Aguirre

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