Paradigma de la mujer comunista
La historiografía de Venezuela siempre ha sido machista. Desde los tiempos de la Guerra de la Independencia hasta la ferviente actividad política y guerrillera contra las dictaduras del siglo XX, la vida y lucha de incontables mujeres ha sido sistemáticamente invisibilizada.
Con la Revolución Bolivariana de 1998, la reivindicación femenina tuvo un impulso sin precedentes, pero décadas de narrativa patriarcal han dejado un camino escabroso para quienes nos lanzamos a la tarea de rescatar la memoria de revolucionarias como Olga Luzardo (1916 – 2016).
La vida de esta intelectual Marxista-Leninista, periodista y poeta, recoge un siglo de lucha obrera y feminista de Venezuela. Olga merece una destacada mención en la historia como despertadora de la conciencia colectiva de un pueblo al liderar los inicios del movimiento sindical petrolero y construir las primeras organizaciones de mujeres del país.
Su identidad y andar revolucionario fueron de partida doble: “Petrovna” para la rebeldía literaria y “Jorge” para la lucha contra el oscurantismo dictatorial. En esta columna reunimos parte de su vida, pensamiento político y feminista.
A la vanguardia comunista
Olga Margarita Luzardo Finol nació el 29 de febrero de 1916 en Paraguaipoa, municipio Guajira, estado Zulia, en el occidente de Venezuela. Pese a que la educación para las mujeres estaba limitada a la instrucción primaria, su padre, Aramis Luzardo, logró que la admitieran en el prestigioso colegio “Rafael María Baralt”.
El rector de la escuela era el destacado poeta e intelectual venezolano Jesús Enrique Lossada, quien fue el primero en poner en manos de Olga los textos de Marx, Engels, Gorky, Lenin, Bukharin y muchos otros. Así inició su despertar revolucionario.
Bajo la influencia de las lecturas socialistas, la joven de 12 años se unió a los primeros núcleos y círculos marxistas de las plazas Baralt y Urdaneta en la ciudad de Maracaibo. Estas células se convirtieron en las bases históricas del Partido Comunista de Venezuela (PCV), creado en 1931, estando Olga entre las únicas cuatro mujeres fundadoras.
Luzardo se convirtió en un ejemplar cuadro comunista, con una militancia que se extendió durante 80 años, siendo parte del Comité Central y del Buró Político del PCV.
Comprometida con la creación de una sociedad socialista y con pleno dominio de la dialéctica materialista, Olga dedicó gran parte de su militancia a la formación político-ideológica de nuevas generaciones en la Escuela de Cuadros “Ho Chi Minh”, actualmente renombrada Escuela Nacional de Formación Ideológica “Olga Luzardo.”
Para Olga, un verdadero militante comunista era aquel que preparaba ideológicamente al pueblo, especialmente a las mujeres obreras y campesinas. Con esta premisa, también dirigió la “Escuela Ambulante” para recorrer la geografía venezolana y dotar a las comunidades más excluidas de las herramientas teóricas para su liberación.
“Con la camarada Olga aprendimos que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, que la teoría revolucionaria es el Marxismo-Leninismo, que la moral comunista no acepta concesiones reformistas ni revisionistas ”, escribió el dirigente Carolus Wimmer en una columna de 2016 en honor a la líder histórica.
Heroína de la clase obrera
Sus propias experiencias de discriminación como mujer mestiza llevaron a la joven Olga a emprender ininterrumpidamente una lucha a favor de los marginados y proletarios. Cuando apenas tenía 13 años se vinculó a los tranvieros de Maracaibo, alentándolos a formar un sindicato para exigir mejores condiciones laborales.
Además, el activismo de Olga se desarrolló a la par con un momento crucial en la historia de Venezuela: el descubrimiento y exportación del petróleo. Desde la década de 1910, las transnacionales controlaban la naciente industria petrolera y gozaban de concesiones no reguladas otorgadas por el dictador Juan Vicente Gómez (1908-1935).
Para 1928, Venezuela se había transformado en el primer país exportador de petróleo del mundo, pero las riquezas solo beneficiaban a las élites foráneas y criollas mientras la población venezolana y los obreros petroleros carecían de derechos elementales.
Ante estas injusticias, Luzardo, entonces de 20 años, fue la única mujer activista y dirigente política en organizar la Primera Gran Huelga Petrolera de Venezuela, sentando las bases para el nacimiento del movimiento sindical petrolero y la organización de la lucha obrera venezolana en general.
Pese a que no tuvo los resultados esperados, la protesta paralizó la industria entre el 14 de diciembre de 1936 y el 22 de enero de 1937 y es considerada la primera gran jornada antiimperialista de Venezuela.
“Jorge” y la resistencia antifascista
La incansable militancia comunista de Olga Luzardo ocurrió en medio de oscuros períodos de la historia de Venezuela. Le tocó sobrevivir la prisión, la persecución, el exilio, las torturas y violaciones de sus derechos elementales.
Con 12 años, creó junto a otras compañeras de lucha la Sociedad Patriótica de Mujeres y a los 19 ayudó a construir la Agrupación Cultural Femenina (AFC), la primera organización de mujeres del Partido Comunista y una de las más influyentes en la historia del país.
Ambas plataformas desafiaron con incontables protestas de calle la dictadura de Vicente Gómez (1908 – 1935) —quien durante 27 años llenó las cárceles del país con oponentes políticos y periodistas— así como al régimen de su sucesor Eleazar López Contreras (1936 – 1941), quien proscribió la ideología comunista y legalizó el exilio de líderes progresistas.
Después de un periodo de aparente calma, a finales de 1948, una Junta Militar tomó el poder y el general Marcos Pérez Jiménez instaló una nueva y cruenta dictadura (1952 – 1958). Su régimen se alineó a los intereses de los trusts petroleros estadounidenses mientras reprimía movimientos obreros y estudiantiles.
Este nuevo período oscuro necesitaba una renovada resistencia de las feministas de la nación. En 1951 se creó la Unión de Muchachas Venezolanas (UMV) y en 1953, la Unión Nacional de Mujeres (UNM), vinculadas al Partido Comunista y conformadas por jóvenes estudiantes y obreras que operaban en la clandestinidad.
Olga, que estaba entre las principales dirigentes de estas plataformas de lucha, realizaba sus actividades de calle bajo el seudónimo de “Jorge”. Su ardua resistencia antifascista la hizo un peligro para la dictadura y fue encarcelada durante dos años en la prisión de San Carlos, en el estado Cojedes.
Su única hija, Iguaraya Pérez, fue testigo de las torturas que sufrió en esta época y su inquebrantable tenacidad: “A los 10 u 11 años me llevaban a la cárcel a visitarla. Ella estaba allí incomunicada, desnuda, encarcelada en una edificación colonial muy húmeda. Pero nunca vi a Olga con amargura, sino siempre furiosa, siempre firme”.
En 1952, en un grave estado de salud, Olga fue liberada y exiliada a México y luego partió a la Unión Soviética. Pese al desarraigo, se incorporó al Comité Ejecutivo de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) para continuar la lucha por una sociedad socialista desde otras fronteras.
Al caer la dictadura de Pérez Jiménez en 1958, Olga regresó al país para encontrarse con una falsa democracia al mando de gobiernos neoliberales que duraría hasta 1998. La veterana comunista rápidamente se unió a un nuevo frente de lucha: la guerrilla.
Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), brazo del Partido Comunista, operaron desde las entrañas de la Venezuela rural hasta finales de 1970.
¡Las venezolanas votan!
Olga y sus compañeras feministas estuvieron detrás del reconocimiento de la mujer como sujeto sociopolítico y son ellas las que pusieron las primeras piedras para la configuración de un sistema democrático y de libertades plenas en la nación suramericana.
En 1937, la joven comunista fue una de las convocantes y organizadoras del primer y único Congreso de Mujeres de Venezuela (que finalmente se realizó en 1975) para exigir la igualdad de salarios, reformas al Código Civil (logrado en julio de 1982), reformas constitucionales, el derecho al divorcio y a la educación.
En su anhelo por una Venezuela con democracia plena, Luzardo enfocó gran parte de sus esfuerzos en conquistar el derecho de la mujer al voto. Para 1944, las feministas lograron recoger 11 mil firmas de apoyo a la propuesta de reforma constitucional que lograría incluir el derecho de las mujeres al voto municipal en 1945.
En 1947, se le da rango constitucional al voto femenino y las venezolanas participan en las primeras elecciones presidenciales libres del país, en las cuales resulta ganador el aclamado novelista Rómulo Gallegos.
Fueron estos años de lucha feminista los que sentaron las bases para la Constitución Bolivariana de 1999, donde finalmente se establece la plena igualdad jurídica, social y política de la mujer.
“Petrovna”, firma feminista
La militancia comunista y activismo de Olga estuvo estrechamente enlazada a su larga carrera periodística. Adoptó el seudónimo “Petrovna”, probablemente inspirado por la Revolución Rusa de 1917, que marcaría su infancia.
A los 15 años publicó su primera columna en el diario Panorama (Zulia), titulada “Concepto de la Mujer Nueva”, en la cual hace un llamado a rescatar los “primitivos derechos” de las mujeres, arrebatados por el patriarcado, y así intervenir con plena libertad en el orden sociopolítico del país.
A finales de 1936, siendo redactora del diario Ahora publicó otro artículo que sería reconocido como un enunciado del naciente movimiento feminista. Olga argumentó que la liberación de la clase obrera en su conjunto era la única vía para la emancipación real de todas las mujeres.
Luzardo también trabajó en los periódicos El Universal y Últimas Noticias y en el semanario Petróleo. Además, formó parte de la comisión fundadora de Tribuna Popular, órgano de prensa del Partido Comunista, que circula desde 1948.
Sus aportes feministas y pensamiento político también habría que buscarlos en su palabra poética. Entre 1935 y 1942, Olga escribió el poemario “Flor de Cactus”, cuyos versos están llenos de elementos de erotismo, con una mujer dueña de su sexualidad.
En su poema “El Triunfo” proyecta este nuevo modelo de mujer no sumisa:
“Yo no creo en el triunfo
de tu carne
cuando me tomas…
Pienso en el triunfo mío
que he podido tenerte
sin recelos…
Yo no creo en el triunfo de las manos
que aprietan mis duros senos…
Creo en la esclavitud que le ha creado mi
cuerpo a tus deseos.”
La dialéctica erótica luego dio paso a un discurso político e ideológico. Esto se debió a que su segundo poemario, “Huellas Frescas”, fue escrito entre 1950 y 1952, cuando Olga estaba en prisión, sirviendo de catarsis para plasmar la sociedad por la cual luchaba, sustentada en la justicia social y la libertad.
Este pensamiento se manifiesta de forma extraordinaria en “Yo quiero que seas soldado”:
“Hija mía: yo quiero que seas soldado
y que lleves al hombro un fusil
y en tus ojos un odio sagrado.
Porque el día en que todos nosotros
tengamos un arma y un deseo de vida distinta,
será toda la tierra una sola patria.
Para que haya la paz, es preciso hija mía,
Que los pobres del mundo tomemos las armas.
Y por eso, yo quiero que seas soldado.”
Este registro histórico de lírica feminista y política de Olga Luzardo perfectamente sintetizan sus 100 años de irrepetible legado. Falleció el 19 de septiembre de 2016 con sus ideales comunistas intactos e imbuidos en generaciones de nuevos luchadores sociales.
¡Hasta siempre, camarada Olga!
TRIBUNA FEMINISTA: Incontables mujeres han dejado un colosal e indispensable legado literario y artístico a través de la historia, pero su rol ha sido borrado, tergiversado o relegado al pie de página. Este espacio busca reintroducir en el pensamiento colectivo popular a importantes figuras revolucionarias, anti-imperialistas y feministas. Un rescate necesario para las luchas de hoy.
Texto: Andreína Chávez. Ilustraciones: Deisa Tremarias.