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Diez metros debajo: lo que la arena cubre y esconde.

En búsqueda de un día de relajación y alegría llegaron a Cata, una maravillosa bahía que queda en el estado Aragua. Para llegar a este paraíso de agua cristalina, arena suave y múltiples cocoteros, recorrieron las curvas cerradas y la vegetación de selva nublada de la carretera. Al llegar a la playa, lo primero que hicieron fue sacarse la ropa y correr a la playa, adultos y niños por igual, para bañarse un buen rato. Sintieron el agua fría y deliciosa, y la relajación de cerrar los ojos y flotar sobre el agua. Las olas medianas, no muy grandes, se dejaban correr, y sin salir revolcados disfrutaban de la espuma del mar.

Salieron a sentarse en la arena padre, madre, hijo e hija. Cavaron túneles que llegaran a mundos imaginarios e hicieron castillos de arena para princesas inexistentes. Papá enterraba a mamá y los niños buscaban agua para que la arena se solidificara y mamá no se escapara tan fácilmente. El juego se repitió insistentemente: desenterrarse, dejar de jugar, correr de nuevo a bañarse para quitarse cualquier residuo de arena del cuerpo, para luego volver a cubrirlo con ella.

Esta especie de rutina familiar se subsumía en una cotidianidad colectiva: vendedores ambulantes de besitos de cocos, de conservas, de cocadas, de agua de coco, de mariscos, de refrescos, de cervezas. 

La que hace las trenzas, los que hacen los tatuajes, los que venden collares y pulseritas… Todos pasaban cada tanto, recorriendo la playa sin parar.

Y ocurre que de repente en esa cotidianidad hay una ruptura. Una ruptura abrupta. Llega la policía y comienza a mover de los espacios que ocupaban a todas las familias que allí se encontraban: “Por favor muévanse sólo un poco”. La pregunta de todos es: “¿Qué ocurre?”. La respuesta: “No se preocupe señora, pronto sabrá de qué se trata”. Aparecen otros policías con una pala, y comienzan a cavar, a cavar y a cavar más justo donde jugaba aquella familia hacía unos minutos, en donde hacían túneles y castillos, en donde enterraban a su madre.

“¿Qué ocurre?”, dice la gente. Comienzan a agolparse cerca de la zona y la policía de una vez increpa: “¡Acá no hay nada que ver, muévanse!”, “¡No tomen fotos o les quitamos los teléfonos!”. Y así llegan más y más policías. Unos se imaginan que puede ser un botín, otros que puede ser una persona muerta. Lo certifica la aparición de un grupo de personas con tapabocas. De igual manera la gente no puede dejar de mirar, de cuchichear: “Parece que la enterró en la arena”, “Sí, el coquero la mató”, “Yo la conocía, era la esposa del coquero”, “Así lo habrá jodido que la mató”, y allí comienzan los chistes sobre la muerte, los chistes que el machismo hace sobre el asesinato de las mujeres.

Una especie de morbo, de curiosidad infantil, produce que la gente insista en acercarse, en tomar fotos a pesar de la advertencia. Están a la espera de algo, a la expectativa de poder ver aunque sea un poquitico. 

Mientras, otros siguen su vida como si nada hubiera ocurrido. Las familias se bañan en el mar y disfrutan del agua, las niñas y niños siguen jugando, cavando en la arena, haciendo túneles y castillos para sus princesas irreales. 

Y mientras tanto, a cierta distancia, la policía sigue cavando un túnel que parece infinito. No paran.  Cavan, pero no para hacer un castillo, no para jugar, sino para develar la muerte que fue tocada por una familia que hacía minutos jugaba a enterrar a su madre en la arena, sin siquiera saber que había otra mujer asesinada, enterrada a sus pies.

Nota al pie:

Esta mujer es real. Su nombre era Milagros del Valle Naguas, de 46 años. Su cuerpo fue descubierto en la bahía de Cata el día 21 de julio de 2019 y fue asesinada por su pareja el 18 de junio. A Milagros la mató su pareja hombre. La mató por ser mujer, por creer que ella era de su propiedad, por creer que él tenía el derecho de acabar con su vida.

Sobre el femicidio:​

El femicidio es el asesinato de mujeres como resultado extremo de la violencia de género. Ocurre tanto en el ámbito privado como público y comprende aquellas muertes de mujeres a manos de sus parejas, ex parejas o familiares, las asesinadas por sus acosadores, agresores sexuales y/o violadores, así como aquellas que trataron de evitar la muerte de otra mujer y quedaron atrapadas en la acción femicida.

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5 comentarios en «Diez metros debajo: lo que la arena cubre y esconde.»

  1. Foto del avatar

    Que bien les felicito por esta iniciativa, desde la lectura, desde lo que ocurre y nadie lo cuenta, este espacio dará buenos aportes a la conciencia. Gracias¡¡
    Todos venimos de una mujer, mujer que debe ser valorada, respetada y amada hasta la eternidad.

  2. Foto del avatar

    Me alegra mucho que la plataforma se permita tocar los feminismo, buena iniciativa, formas tan necesarias para tejer vínculos que visibilicen las luchas tanto del feminismo individual como el feminismo en la colectiva. Felicidades y éxito

  3. Foto del avatar

    Gracias por visibilizar un caso como este de una manera tan agradable visualmente, quizá contradictorio no? Pero lo vuelve más ameno de leer, y quizá, sensibilice más a quienes desechan este tipo de violencia, a la que siempre estamos expuestxs, aún cuando se niegue.

  4. Foto del avatar

    Importante visibilizar el femicidio. Creo que debemos buscar más espacios para ello, espacios que no sean sólo de aquéllos y aquéllas que no estemos ya sensibilizad@s.
    Excelente ilustración!! Hay que ponerle poética al asunto.
    Felicidades!

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