Si hiciéramos una comparativa de los grandes maestros de la fotografía de la primera mitad del siglo XX veríamos que Capa no resalta en los aspectos técnicos de sus fotos. Las fotos de Lewis Hine en 1908 tienen una gama de grises y una definición muy superiores a las fotos de Capa y hay 30 años de distancia entre Hine y Capa. Las fotos de Dorothea Lange de Estados Unidos durante la Gran Depresión, contemporáneas a las de Capa en España, son de una calidad técnica realmente impresionante, parecen estudios de Ansel Adams pero realizados en las difíciles condiciones que imponen los retratos documentales. Las fotos de Capa evidentemente fueron difíciles de copiar en laboratorio, uno puede imaginarse al laboratorista enmascarando aquí, sobre exponiendo allá, tratando de levantar el contraste a unas imágenes que muchas veces están subexpuestas, otras tienen un ligero fuera de foco y otras veces están movidas. Y aún así, las fotos de Capa cortan la respiración de quien las ve, se quedan en la memoria del espectador, se abren camino en la historia y generación tras generación seguimos admirando el gran talento expresivo de Robert Capa.
Niños jugando en la nieve.
Veintiocho niños chinos juegan en la nieve. No hay uno solo que no haya sido captado en “el instante decisivo” del que hablaba Cartier-Bresson, los veintiocho están en el momento exacto en que se narra una parte del juego que se está desarrollando. En el borde inferior izquierdo, dos niños representan toda la escena: el que lanza la bola de nieve y el que recibe el golpe, sus rostros y la posturas de sus cuerpos dan fe de la alegría de quien asesta el golpe y de la decepción del que lo recibe. Si esos dos niños fueran toda la foto, ya de por sí sería una excelente imagen. Pero apenas estamos en el borde inferior de semejante hazaña fotográfica. Un poco más arriba, pero aún en el margen izquierdo, una niña lanza una bola de nieve con un movimiento grácil y una sonrisa muy divertida. Hacia el centro de la imagen, un niño mira al cielo con desbordante alegría, otro se prepara para lanzar, pero enfrente tiene a uno que lleva gorro y también se prepara pícaramente para el ataque. En el margen derecho la escena continúa igual, pero podemos ver a uno de los muchachitos mirando a la cámara ¡Y le va a salir cara la distracción! Detrás suyo, ya un niño está amontonando nieve para lanzarla. Una escena que se repite casi idéntica al fondo, en la parte superior de la imagen, donde están los niños más lejanos. Allá hay uno que tampoco puede evitarlo y nos mira, mira al fotógrafo y nos mira a nosotros, mientras otro que está detrás de él se apertrecha y podemos suponer que segundos después el niño que nos mira estará recibiendo su buen golpe de nieve. Veintiocho personas retratadas en el instante decisivo, un conjunto de expresiones corporales que nos narran una historia y un conjunto de miradas que nos muestran la pasión de los sujetos retratados. Más allá del foco y de las velocidades de obturación, más allá del perfecto contraste, de la gran nitidez de los mejores lentes, más allá de los aspectos técnicos de la fotografía, Capa imparte, con esta imagen, una clase magistral de cómo se retratan los cuerpos y las miradas de los humanos.
Mujeres llorando en el funeral de veinte partisanos.
Catorce mujeres italianas lloran la muerte de sus hijos partisanos. es la Segunda Guerra Mundial, los catorce rostros denotan el dolor y la rabia. Pero además de los catorce rostros de mujer, hay un conjunto de manos que atormentan al espectador. Manos desesperadas, que rodean los tres rostros del centro de la imagen: tres mujeres que gritan. Como en una pesadilla de la que no podemos escapar, cualquier espacio del encuadre conforma un conjunto de rostros y manos. Muchas fotos dentro de una foto, todas compuestas por manos y rostros en una composición como si fuera un obstinato musical. Al fondo, un rostro masculino rompe el conjunto, pero su expresión macabra y triste acompaña el drama que presenciamos.
Soldado en el desembarco de Normandía.
La mirada y la gestualidad del cuerpo son obsesión del trabajo de Capa, quien llega a realizar fotos extremadamente difíciles sin abandonar esa obsesión. Es el Desembarco de Normandía, el Día D, un soldado, aún medio hundido en el mar, lucha por llegar a la orilla. Al fondo se ven los obstáculos y alambres colocados por los nazis. También alcanzamos a ver la silueta de un barco y el borde entre el cielo y el mar difuminado por el humo. La foto está movida, todos los elementos están barridos . Ciertamente, Capa emplea una técnica llamada “barrido” en la que la cámara sigue a un sujeto en movimiento, el cual saldrá nítido mientras todo el fondo se verá “barrido”. El sujeto que sigue la cámara de Capa es la cara del soldado. Con el barrido el fotógrafo logra dirigir nuestros ojos al punto que él quiere que veamos. Nuestra mirada no se detendrá en los elementos desdibujados o poco nítidos, buscará ese punto donde la imagen se vuelve visible y nítida. El fotógrafo nos obliga a concentrarnos en ese rostro puesto que el fotógrafo está concentrado en ese rostro. Nada, ni la más violenta batalla, desconcentra a Capa de su tarea de retratar a los humanos.
Ceremonia de despedida para las Brigadas Internacionales.
El puño en alto y la mirada llena de pasión, el contrapicado quizás es muy extremo, se ve que el fotógrafo se agachó demasiado, la foto se hubiera visto más natural desde otro angulo, pero Capa buscaba ese ojo detrás de la venda. Apenas un cachito de ojo se le ve al miliciano de las Brigadas Internacionales, apenas lo blanco del ojo izquierdo, pero ese poquito de ojo es tremendamente expresivo. Hay una lagrima allí que, en combinación con el puño, da muestra de una gran dignidad y de un coraje heroico. El fotógrafo puede prescindir de todo, incluso de una mejor composición, pero no de esa mirada.
En las miradas y en la gestualidad del cuerpo, Capa humaniza sus fotos, humaniza a los sujetos retratados y nos humaniza a nosotros, sus espectadores. Sean solo dos personas en medio de las ruinas, sea un combatiente en medio de la batalla, sean catorce mujeres o veintiocho niños al mismo tiempo, el prodigio del ojo de Capa nos regala un tributo al humano en cada imagen.
Investigación y texto: Iván Maiza.
Me gustó mucho este esbozo de estudio «cuadro a cuadro» de Robert Capa, manejas mucho conocimiento técnico, debes ser fotógrafo. La técnica del barrido me ha puesto a querer buscarla ahora consciente. Gracias.
Mucho que aprender sobre la narrativa potente que nos deja Capa en su fotografía. Endre Ernő Friedmann, Gerda Taro, e incluso David Seymour en el periódo de la Guerra Civil Española, se dice utilizaron el seudónimo de Robert Capa. Es interesante como incluso la noción de autoria individual puede diluirse, para dar paso a la potencia del mensaje, si vemos las fotografías, no como meros productos de mercado, sino testimonios desde la mirada de unos ojos que buscan dar cuenta de la vida que transcurre frente a ellos.