La amnistía de la Comuna de París, votada en 1879 y 1880, ofrece un ejemplo esclarecedor de lo que fue la amnistía en los orígenes de la República, y de las actuales “leyes de amnistía” francesas. Otra lección, en lo que respecta a las finanzas: el éxito o el fracaso de un gobierno depende de la radicalidad de las medidas adoptadas con respecto a las deudas públicas y los bancos.
L’Atelier – Histoire en mouvement*
Tras las masacres y ejecuciones sumarias de la “Semana Sangrienta” del 21 al 28 de mayo de 1871, que marcó el fin de la Comuna de París, la derrota del levantamiento abrió las puertas a una feroz represión. Decenas de miles de personas fueron detenidas, miles fueron deportadas y más de 80 fueron condenadas a muerte. Como recuerda el historiador Stéphane Gacon, aunque las sentencias eran dictadas por tribunales legalmente constituidos, los jueces no se limitaban a aplicar la ley, sino que “estaban convencidos de que tenían una misión que cumplir, que estaban allí para erradicar el mal de la sociedad (…) También se trata de eliminar la amenaza socialista y silenciar al pueblo” (1).
La violencia de la represión dejó una herida abierta y exigió una respuesta de las y los supervivientes y de las solidarias y solidarios. En los círculos republicanos antimonárquicos se lanzó la idea de una amnistía. Sus promotoras y promotores fueron acusados de aprobar los abusos atribuidos a las y los insurgentes. La izquierda moderada no estaba de acuerdo y proponía clasificar a las acusadas y acusados: liberar a las y los “inocentes”, mostrar indulgencia con las “descarriadas” y “descarriados” y seguir siendo severas y severos con las “incendiarias” e “incendiarios”. Los partidarios de la amnistía persistieron. Asqueado por las masacres de la Semana Sangrienta, Víctor Hugo abrió las puertas de su refugio en Bruselas a las personas exiliadas y se solidarizó con la causa. Junto a algunos otros republicanos, fundó el Comité de Ayuda a las y los Amnistiados. En 1873 escribió: “Si mi nombre significa algo en estos años fatales en los que estamos, significa Amnistía”. Aceptó presentarse a las elecciones parlamentarias francesas de 1876 con la condición de incluir en la parte superior de su programa electoral “Amnistía para los crímenes y delitos políticos. Abolición de la pena de muerte en todas las materias”.
Victor Hugo fue electo y la mayoría conservadora fue derrocada. En las provincias se propusieron listas de trabajadoras y trabajadores, calificadas de “candidaturas de amnistía”, para las distintas elecciones, en las que a menudo figuraban personas proscritas o deportadas. Sin embargo, estas primeras iniciativas tuvieron poco apoyo. El proyecto de ley de amnistía presentado al Senado por el escritor sólo recibió diez votos a favor. Con el paso de los años, la idea fue ganando terreno y, en marzo de 1879, el Parlamento aprobó una primera ley de amnistía concedida a “las condenadas y condenados por actos relacionados con la insurrección de 1871”. Las lideresas y líderes del movimiento, unas mil personas, fueron excluidas.
En respuesta a esta “falsa amnistía”, se fundó el “Comité Socialista de Ayuda a las y los Amnistiados y No Amnistiados”. Esta nueva organización se inspiró en los compromisos sindicalistas de la mayoría de sus miembros y se fue implantando en los barrios parisinos, creando comités locales encargados de recoger donativos y ayudar a las repatriadas y repatriados en los barrios. La organización de “conciertos populares” y conferencias por parte de los distintos comités socialistas, en estrecha colaboración con las organizaciones sindicales, permitió recaudar fondos y dar trabajo a las amnistiadas y amnistiados a su regreso a Francia.
Finalmente, el 11 de julio de 1880 se promulgó una ley parecida a una amnistía general. Durante los debates, el Presidente Léon Gambetta intervino en apoyo del proyecto y abogó por el olvido: “¿Cuándo me libraréis de este harapo de la guerra civil? Es necesario que cerréis el libro de vuestros diez años, que pongáis la piedra túmulo del olvido sobre todos los crímenes y todos los vestigios de la Comuna, que digáis por fin a todos… que no hay más que una Francia y una República.” Las prisioneras y prisioneros fueron así liberados y las deportadas y deportados pudieron volver a casa.
Fue, pues, la voluntad del sector burgués de trabajar por la reconciliación nacional y de suturar las heridas de la guerra civil –mucho más que la capacidad de movilización de las organizaciones socialistas– la que propició la amnistía total de las y los comunistas. Este episodio tiene el mérito de mostrar que cuando la justicia se pronuncia en un contexto muy politizado, la política debe intervenir para reparar sus excesos. La amnistía de la Comuna también abrió el camino a una tradición francesa de leyes de amnistía, de la que se beneficiarían las y los independentistas canacos, guyaneses, martiniqueños, corsos, vascos o bretones, las y los sindicalistas o activistas de grupos armados de extrema izquierda. En este punto, un siglo y medio después, las lecciones de la Comuna pueden ser útiles para las luchas actuales.
*L’Atelier – Histoire en mouvement (Atelier-Historia en movimiento) es una organización que milita para salvaguardar y difundir la memoria de las luchas por la emancipación de la clase obrera, de las mujeres y de los pueblos oprimidos. La creación del Atelier nace de la voluntad de desarrollar un enfoque diferente al propuesto por la historiografía dominante, para que las rebeliones de las y los oprimidos de ayer sigan viviendo en la memoria de las rebeliones de hoy en día, y para que el camino recorrido por estas luchas trace la senda hacia la emancipación de mañana.
(1) Gacon S., L’amnistie de la Commune (1871-1880), p. 46.
Para entender mejor la importancia de la deuda en la Comuna de Paris, el Atelier – Histoire en mouvement entrevistó al investigador Eric Toussaint (CADTM).
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