Argentina
Uno de los síntomas del muralista contemporáneo es su nomadismo. Viajar para pintar es un efecto secundario que se agradece. Pero también nos obliga, a muchos, a replantearnos la estabilidad vital una y otra vez. Quedarse quietos a veces no es una opción.
Gisel Rosso es una de esas muralistas en perpetuo movimiento. Me resulta habitual saludarla con un «¿dónde estás ahora?” Estudió Bellas Artes desde muy joven y un día no halló camino de regreso:
«En el 2013 decidí que eso iba a ser mi trabajo, y me declaré trabajadora del arte»
Ello es síntoma de la necesidad colectiva de darle arte a una urgencia previa: la de enderezar los eEsto era eufemismo para eludir la herida mortal con que el entendimiento burgués envenenó la noción de artista y de la cual renegamos ferozmente los artistas urbanos.
Esto era eufemismo para eludir la herida mortal con que el entendimiento burgués envenenó la noción de artista y de la cual renegamos ferozmente los artistas urbanos.
«Comencé a viajar por toda la Argentina, luego a salir por Latinoamérica, recorriendo Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Chile, luego Venezuela, Colombia, México nuevamente»
Su vida, suerte de road movie, dobló la bisagra:
«Luego entendí que esta profesión me pedía más, así que vendí todas mis cosas y me largué a viajar por el mundo, nuevamente Latinoamérica, y Europa.»
Y así quemó las naves y se convirtió en la muralista itinerante que conocemos ahora.
Gisel reafirma una manifiesta persistencia propia de nuestras monstruas del arte. Sus murales captan la sonrisa, el momento feliz de sus representados, que suelen ser niñas, abuelas, mujeres habitualmente. Ella enfatiza que pinta personas, hombres, abuelos o niños si la ocasión se lo pide.
Los personajes de Gisel están envueltos en la imaginería que los dota de cultura, o son ellos los que dan sentido a la iconografía que los viste o acompaña. En algunos casos, el ideario visual está inscrito en sus pieles, amalgamando ser y aservo.
Se jacta de su presencia en los barrios populares. Esos recorridos barriales la llevaron a coordinar el Gisel sabe a quién representa en el lugar donde esta. Es sensible al camino y a los puertos de llegada. Se nota que allí donde llega mira a quienes serán representados. Sus murales nos van dibujando el mapa de su itinerancia. Son el sentido de su viaje, el punto de llegada del anterior y el punto de partida al siguiente mural que nos dejará en alguna parte del continente.
Las opiniones expresadas por las y los autores no necesariamente coinciden con las opiniones de la totalidad de la Comunidad Utopix.
No te pierdas las entregas anteriores de Monstruas del arte urbano. Publicada originalmente en Las Comadres Púrpuras.