Saltar al contenido

Oesterheld sobre la escritura de historietas

Héctor Germán Oesterheld (1919-1977), fue un escritor de historietas argentino, autor de verdaderos clásicos del género como Sargento Kirk, Ernie Pike, Ticonderoga, Mort Cinder, Sherlock Time, o El Eternauta junto a dibujantes de la talla de Hugo Pratt, Alberto Breccia y Solano López. Oesterheld, además, militó en Montoneros y supo combinar su oficio con el compromiso revolucionario. Fruto de este cruce son las biografías en cómic del Che Guevara y Evita Perón, y el seriado de historietas 450 años de guerra contra el Imperialismo. En 1977, durante la dictadura, fue secuestra y visto por última vez en un centro de detención clandestino. En esta entrega de nuestra columna Abre Comillas, seleccionamos fragmentos de algunas respuestas de Oesterheld en la entrevista que le hicieran Guillermo Saccomano y Carlos Trillo.

ABRE COMILLAS

Empecé haciendo cosas de divulgación científica para la Editorial Abril. No, ya me estoy equivocando. Lo primero que salió mío fue un cuento para chicos en el diario La Prensa. En esta época yo tenía dieciocho años. Les estoy hablando del año ’40 o ’41. Después hubo un largo tiempo en que no hice nada y me dediqué a estudiar ciencias naturales: zoología, botánica, antropología, etcétera. En ese tiempo había que estudiar todas estas materias, y me recibí de geólogo. En ese tiempo, entonces, el arma que tuve para conseguir el trabajo en todas las editoriales fue mi conocimiento de estas ciencias. Y no me acuerdo cómo fue, a raíz de un cuento publicado por La Prensa, me llamaron de Códex solicitándome otro cuento. Pero eso ya era en el ’44 o ’45.

Fue una cosa de lo más insólita. Un amigo, de la facultad, era hijo uno de los jefes del diario. Este muchacho me tenía siempre por confidente literario. Pero yo nunca le retribuía las confidencias. Luego, tanto me insistió que al final le mostré un cuento. Y se lo llevó. Al poco tiempo me llamaron de La Prensa, querían que corrigiera unas galeras porque estaban por publicarlo.

Leí a Hemingway, pero no tiene nada que ver. Mailer tampoco. Recuerdo los desnudos y los muertos. Pero cuando yo lo leí ya hacía rato que escribía argumentos de Ernie Pike. Casi todas las novelas que digo eran mediocres, pero tenían una virtud, la documentación. En mi opinión, lo que más influyó en Ernie Pike fueron algunas grandes películas italianas Paisá o Roma Ciudad Abierta. Y otras cosas, como novelas de la primera guerra. Cito Sin novedad en el frente. Y antes, mucho antes, un clásico: la Guerra y la Paz. Tolstoi tiene tramos excelentes. Y también un autor olvidado. Stephen Crane, el de La roja insignia del coraje. Ésta, por su tratamiento, es una historia moderna, estupenda historia, que mas tarde iba a influir, a su vez, a Hemingway, quien nunca se preocupó por negarlo. La roja insignia… es el mejor modelo de las novelas de guerra. Porque es a la novela de guerra lo que es Edgar Poe, al relato policial. En ella tenemos al héroe tratado en forma moderna; con los miedos, las cosas impredecibles y previsibles al mismo tiempo; las cosas, digo, que de pronto lo convierten en un héroe o, repentinamente, en un cobarde.

Usaba una técnica que aún, al menos para mí, tiene vigencia. Es de una fecundidad inagotable. Son las fotos. Las fotos, sí, son mi técnica. Con cualquier foto a la vista uno puede escribir un guión. Me acuerdo de la foto de una mula muerta. Me preguntaba qué fue o qué pasó para que la mula muriera. A lo mejor, la mula ni aparece en el relato. Pero es un método de trabajo, de hacer aflorar la inspiración. Es una receta, ¿eh? No debería pasarla, pero… Hace poco vi cuadros de la Guerra de Secesión, de los combates del Norte contra el Sur. No había un solo cuadro que no contuviera, en potencia, una historia. Ni uno.

Cuando uno ve el trabajo de un dibujante, si es bueno, pasa algo. Uno se da cuenta, de lo que ese tipo puede o quiere dar. Es una unión entre ambos. El guionista empieza a ver con más claridad, también, lo que él mismo quiere. Si uno ve, por ejemplo, el Mort Cinder, como lo hace Breccia, ya tiene un impulso nuevo.

La historieta es un género mayor. Porque, ¿con qué criterio definimos lo que es mayor o es menor? Para mí, objetivamente, género mayor es cuando se tiene una audiencia mayor. Y yo tengo una audiencia mucho mayor que Borges. De lejos, y estoy seguro que Borges también hubiera querido escribir guiones. Como tantos escritores argentinos.

Les repito. Yo casi no leo historietas, yo leo literatura. Leo constantemente. Y si Borges saca una cosa, voy y la compro. Esas son mis fuentes. Y lo digo sin culpa. Leo buenos autores: Stevenson, desde chico. O Salgari, ya les dije.

El mercado potencial de historietas es muy vasto si uno piensa que hay mercado para las cómicas, el caso de Quinterno; doscientos, cuatrocientos mil ejemplares. Ese público potencial de historietas que no está servido. Y no hay que olvidar un público potencial que es el que lee Satiricón, que tiene una tirada que nadie nunca imaginó. El público está. Hay que hacer las cosas. Y bien. Cuando empecé Kirk, el western estaba agotado. Pero siempre aparece una nueva cosa. Depende siempre del tratamiento que se le de, si se tiene, como decíamos antes, una buena historia. Los géneros nunca están agotados. Con decirles que Breccia y yo teníamos ganas de seguir con Mort Cinder, pero en el Oeste. Con todos los ingredientes clásicos —la diligencia, el duelo final, todo—, pero con algunas variantes.

Con lápiz y mucho papel. Empiezo a borronear la idea. En una página pongo el carozo. En la segunda, lo amplío un poco. En la tercera amplío esa ampliación. Y así sucesivamente. Eso me llevará un par de horas. Y después, al término, redacto el guión con un desarrollo más elaborado, más minucioso. Recién entonces empiezo con la escritura definitiva.

La tentación y el hambre de prestigio, eso, lo tenemos todos. Cuando pienso en el grupo familiar que me insiste para que haga la gran novela… Y sí, da más status. Completamente distinto. Por ejemplo para mi mujer y mis hijas sería distinto decir “soy la mujer de Borges o Sabato”, que tener que decir “soy la mujer de un guionista de historietas”. Personalmente, me siento mucho más satisfecho escribiendo para una masa de lectores. Pero, también pongamos un poco los pies sobre la tierra. Casi ninguno de los grandes escritores escribió en condiciones ideales. Yo creo que el libro viene cuando tiene que venir. Y si uno no lo ha escrito es porque la condición de uno no está para eso. Estoy segurísimo que cuando Hernández escribió Martín Fierro, no tenía todo el dinero del mundo ni estaba feliz con su circunstancia. Por el contrario, ustedes saben cómo lo hizo.



ABRE COMILLAS es una columna que recoge citas, transcripciones y fragmentos textuales en donde importantes actores reflexionan en torno a una producción cultural alternativa.

Comparte

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.