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Naji al-Ali sobre el Handala

Naji al-Ali (1938-1987) fue un caricaturista y activista político palestino. Nació en 1938 en el pueblo de Al-Shajara, en el norte de Palestina. Diez años más tarde, su familia sería desplazada durante la Nakba, terminando en el campo de refugiados Ain al-Hilweh en Líbano. Desde temprano, al-Ali buscó el dibujo como forma de expresarse y retratar la realidad del pueblo palestino, en el exilio o bajo ocupación. Un encuentro con Ghassan Kanafani lo acercó a los movimientos de resistencia palestina. Creó a Handala, su personaje más icónico, representando la inocencia de los niños y niñas refugiadas palestinas como testigos de la trágica historia de su pueblo, la crueldad de la ocupación sionista y la connivencia de los regímenes árabes. al-Ali fue asesinado en 1987, en Londres.

ABRE COMILLAS

¿Por dónde empezar? Tal vez por el día en que abandonamos Palestina rumbo al campo de refugiados Ain Al-Helwa en el sur de Líbano. Y por las miradas en los ojos de nuestras madres y padres que no reflejaban hechos pero expresaban un dolor que fue el idioma con el cual conocimos el mundo, un idioma de rabia que a veces encuentra una salida en las palabras, otras veces en en las acciones.

La mayoría de los niños y niñas de la generación de los 50, como yo, sufrieron un desaliento profundo. Teníamos la mirada puesta más allá de nuestra pequeña cárcel en Ain Al-Helwa, buscando alguna fuerza benigna que nos viniera a salvar. Cuando la revolución explotó en julio de 1952, corríamos en las calles del campo gritando, “¡Viva la revolución!” y escribíamos eslóganes en las paredes. No podíamos hacer más que eso, aunque quisiéramos dedicar nuestras vidas a la revolución. Mientras recuerdo esos episodios de mi infancia, pienso en cuánto extrañamos ese espíritu ahora, en un momento en que el mundo árabe, en la práctica, se convirtió en un océano estadounidense, y la misma revolución palestina ha sido derribada.

Uno no debe buscar consuelo, sino tratar de reconciliarse con las experiencias propias. Sin embargo, siento que nadie lo está haciendo. Somos bombardeados desde todas las direcciones. No son ataques aleatorios, sino una ofensiva bien planificada y ejecutada. Nací en 1937 en el pueblo de Al-Shajara, ubicado entre Tiberias y Nazaret, en Galilea. En 1948, migré hacia uno de los campos de refugiados en el sur de Líbano, Ain Al-Helwa, cerca de Saida [Sidon]. Como otros en el campo, sentía la necesidad de expresarme, de sumarme a las manifestaciones, de participar en los eventos nacionales, de exponerme como los demás al maltrato y a la cárcel. En ese punto de mi vida, desarrollé un fuerte deseo de dibujar. Empecé a intentar expresar mis posiciones políticas, mi ansiedad y mi duelo a través de pinturas en las paredes. Siempre me aseguraba de tener mi lápiz conmigo cuando me llevaban a la cárcel.

Casualmente, la primera persona en apoyarme fue Ghassan Kanafani, quien visitó el campo de refugiados para asistir a un seminario que teníamos en un pequeño club que habíamos construido con láminas de zinc. Cuando Ghassan vio las caricaturas que yo había hecho, se presentó y se llevó dos o tres para publicarlas en la revista nacionalista árabe, Al-Huriyya, donde trabajaba en ese entonces. Aunque yo me había graduado en mecánica e ingeniería eléctrica, trabajaba por temporadas en granjas, recogiendo naranjas y limones. No había otros empleos disponibles. Los palestinos no podían acceder a empleos municipales. Yo intenté seguir mis estudios de dibujo y me inscribí en la Academía de Artes por un año. Pero durante ese tiempo, fui detenido y encarcelado seis o siete veces. Trabajé por un corto periodo como instructor de dibujo en la Escuela Al-Jaafriya en Sur [Tyre]. Luego tuve la oportunidad de viajar a Kuwait para trabajar en Al-Tali’a al-Kuwaitiya, una publicación del Partido Progresista kuwaití. Ahí fue cuando nació el personaje Handala. Presenté a Handala a los lectores con bastante detalle: “Soy Handala, del campo de refugiados Ain Al-Helwa. Les doy mi palabra de que permaneceré fiel a la causa…” Esa fue la promesa que me hice a mí mismo. El joven Handala, descalzo, era un símbolo de mi infancia. Tenía la edad que yo tenía cuando abandoné Palestina y, de cierta forma, conservo esa edad hoy día. Aunque eso pasó hace 35 años, los detalles de esa etapa de mi vida siguen totalmente presentes en mi mente. Siento que puedo recordar cada arbusto, cada piedra, cada casa y cada árbol por donde pasé cuando era un niño en Palestina.

El personaje de Handala era una especie de ícono que preservaba mi alma de desplomarse siempre que me sentía débil o ignoraba mi deber. Ese niño era como un chorro de agua fría en mi cara, que me mantenía enfocado y me alejaba de los errores. Era el Norte en la brújula, apuntando firmemente hacia Palestina. No Palestina sólo en términos geográficos, sino Palestina en el sentido humanitario –el símbolo de una causa justa–, ya fuese en Egipto, en Vietnam o en Sudáfrica. Yo vengo de Ain Al-Helwa, un campo de refugiados como cualquier otro. La gente de los campos era la gente de la tierra en Palestina. No eran comerciantes o terratenientes. Eran campesinos. Cuando perdieron sus tierras, perdieron sus vidas. La burguesía nunca tuvo que vivir en campos de refugiados, donde los habitantes estaban expuestos al hambre, a todo tipo de degradación y a toda forma de opresión. Familias enteras murieron en los campos. Esos son los palestinos que permanecen en mis pensamientos, hasta cuando mi trabajo me aleja del campo de refugiados.



ABRE COMILLAS es una columna que recoge citas, transcripciones y fragmentos textuales en donde importantes actores reflexionan en torno a una producción cultural alternativa.

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1 comentario en «Naji al-Ali sobre el Handala»

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