
Mientras podamos, ni retrocedemos ni nos rendimos. Si, en el futuro, traen tal fuerza contra nosotros que ya no podamos continuar, entonces caeremos. Pero al menos caeremos como hemos vivido, luchando.
El 17 de agosto de 1982, la periodista, autora, académica y militante revolucionaria Ruth First fue asesinada por el régimen del apartheid sudafricano en Maputo (Mozambique). La conmemoración del centenario de su nacimiento nos ofrece la oportunidad de honrar y perpetuar la memoria y el legado revolucionarios de esta figura fundamental -aunque poco conocida- de la lucha contra el racismo y el colonialismo; una heroína que dedicó su vida a la lucha por la liberación de los pueblos africanos.
Una infancia en la «tormenta» antisemita del Afrikanerdom
Ruth Heloise First nació el 4 de mayo de 1925 en Johannesburgo, en el seno de una familia judía. Sus padres, Julius y Matilda (‘Tilly’), llegaron a Sudáfrica a inicios de siglo desde Letonia y Lituania, respectivamente, huyendo de los pogromos que se intensificaban en Europa del Este. La persecución y discriminación contra la población judía se asemejaría a la que sufriría la población negra en Sudáfrica.
Entre 1880 y 1910, cerca de 40.000 judíos llegaron a Sudáfrica. Esta ola migratoria desencadenó una escalada anti-semita en un país en la que la minoría blanca había impuesto un reinado tiránico a la mayoría negra. Una respuesta fue la Ley de Cuotas, aprobada por el parlamento en 1930 para limitar la inmigración de países como Letonia, Lituania, Polonia y Rusia. Daniel François Malan, entonces diputado y uno de los arquitectos del régimen del apartheid, justificó la ley tildando los judíos de “indigestos” o “inabsorbibles”.

La prensa y la literatura también hicieron su parte para pintar la migración judía como una amenaza para la sociedad sudafricana blanca. La cultura popular presentaba a los judíos como peruanos (traficantes de alcohol que vivían en condiciones insalubres y se resistían a la «civilizada» sociedad blanca), Hoggenheimer (especuladores financieros cuyas actividades contribuían al empobrecimiento de los campesinos afrikaaner) o judeo-bolcheviques, acusados de adoctrinar a los trabajadores negros e incitarlos a la rebelión contra la minoría blanca.
Ruth First creció en esta sociedad racista, plagada de antisemitismo y decidida a contener la “subversión roja” que ella encarnaría más tarde, siguiendo los pasos de sus padres. En 1921, Julius y Tilly First participaron en la fundación del Partido Comunista de Sudáfrica, dirigiendo su rama de Johannesburgo.
Primeros pasos en la lucha contra el apartheid
El activismo de Ruth empezó desde temprana edad. En la Universidad de Witwatersrand, se afilió a la Unión de Jóvenes Comunistas y cofundó la Federación de Estudiantes Progresistas. En esta organización estudiantil radical, hizo campaña junto a Ismael Meer, Joe Slovo y futuros líderes del Congreso Nacional Africano (African National Congress, ANC) como Nelson Mandela y Oliver Tambo.

En 1946, con tan solo 21 años, Ruth marchó junto a 74 mil mineros negros que habían iniciado una gran huelga para exigir mejores salarios y condiciones de trabajo. En el mismo año empezó la carrera periodística de Ruth First y su afiliación al Partido Comunista de Sudáfrica.
En 1949, se casó con Joe Slovo, también miembro del Partido Comunista y futuro líder del brazo armado del ANC, Umkhonto we Sizwe (“Punta de lanza de la nación”). La pareja tuvo tres hijos: Shawn, Gillian y Robyn.

Como periodista, Ruth First documentó y denunció constantemente las terribles condiciones de vida y de trabajo impuestas a la mayoría negra y participó en varias protestas contra las leyes discriminatorias del Estado supremacista sudafricano. Ruth escribió decenas de artículos para varios periódicos nacionales e internacionales, todos ellos prohibidos por gobierno sudafricano.
Con un activismo político incansable, Ruth participó en la fundación del Congreso de Demócratas Sudafricanos (aliado del ANC) en 1953 y, en 1955, ayudó a redactar la Carta de la Libertad, texto fundamental en la lucha contra el apartheid, adoptado en un congreso popular al que asistieron delegados de todo el país.
De la represión al exilio
El periodismo y el compromiso político de Ruth rápidamente la pusieron en la mira del aparato represivo del apartheid.
En 1956, junto con otros 155 acusados, fue juzgada por “alta traición”. Absuelta, Ruth fue encarcelada siete años después, en 1963, bajo la llamada “Ley de los 90 días”, que permitía detener preventivamente a cualquier “sospechoso” de atentar contra la seguridad del Estado.

Ruth pasó 117 días en confinamiento estricto y aislamiento. En el libro 117 Days (1965), describió detalladamente los mecanismos de tortura psicológica, el uso de la religión para justificar la dominación blanca y el trato inhumano que recibían las mujeres negras por parte de las carceleras blancas.
La detención fue también una oportunidad para reflexionar sobre el papel de los activistas blancos en la lucha contra el régimen racista y supremacista del apartheid. Ruth escribió,
Los blancos que participábamos en la política de protesta junto a africanos, indios y “de color” llevábamos vidas vigorosamente provocadoras. […] Existía la buena vida garantizada por el privilegio blanco y, simultáneamente, una absorción total en la política revolucionaria y una desconfianza en los valores de nuestro propio grupo racial. A medida que la lucha se intensificaba, los privilegios de pertenecer al grupo de los blancos quedaban eclipsados por el precio que nos hacían pagar por nuestra participación política.
A pesar de las amenazas (incluso contra sus hijos) de las autoridades, Ruth se negó a entregar a sus camaradas. Sin embargo, bajo el peso de la tortura psicológica sufrida durante su detención, Ruth intentó suicidarse.
Pocos meses después de su liberación, terminó exiliándose. El 14 de marzo de 1964, abandonó su país natal con dos de sus hijas, Gillian y Robyn, rumbo a Londres, donde las tres se reunirían con Joe Slovo, que había partido en 1963 con la hija mayor, Shawn.
Una académica comprometida
En el exilio, Ruth intensificó la lucha contra el apartheid utilizando un arma especialmente formidable: su pluma. En 1964, Ruth First escribió el prefacio del libro de Govan Mbeki (condenado a cadena perpetua, junto con Nelson Mandela, en el juicio de Rivonia) titulado The Peasants’ Revolt (La Revuelta Campesina). En 1965, editó el libro de Nelson Mandela No Easy Walk to Freedom (No Es Fácil El Camino De La Libertad).
Entre 1965 y 1975, Ruth publicó varios libros más, con una mirada crítica sobre las luchas de liberación en África. Uno de ellos fue The Barrel of a Gun (El cañón de una pistola), analizando la trayectoria de varios estados recién independizados en África, incluyendo la dinámica de los golpes de Estado.

Otra obra importante fue The South African Connection (La conexión sudafricana), exponiendo la complicidad de las potencias occidentales que, con apoyo político e inversiones, ayudaron a consolidar el régimen del apartheid.
Con un espíritu rebelde, Ruth no dudó en expresar desacuerdos con la línea seguida por el Partido Comunista Sudafricano, lo que le valió reprimendas e incluso amenazas de expulsión por parte de sus camaradas. Denunció las intervenciones del Ejército Rojo en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968, y apoyó a Eritrea en su guerra de independencia contra Etiopía.
Aunque su carrera académica en Reino Unido florecía, la masacre de Soweto en 1976 acabó por convencerla de que su apoyo a la lucha contra el apartheid tenía que ser en África, lo más cerca posible de quienes combatían el régimen directamente.
Regreso a África y asesinato
En 1977, Ruth regresó a su continente, más concretamente a Maputo, la capital del recién independizado Mozambique, donde fue nombrada directora del Centro de Estudios Africanos (CEA) de la Universidad Eduardo Mondlane.
En este puesto, Ruth alentó a estudiantes e investigadores a confrontar sus investigaciones teóricas con las realidades sobre el terreno, en un país devastado por siglos de colonización. Al mismo tiempo, siguió alzando su voz contra la crueldad del apartheid.

Pero la crueldad del gobierno supremacista sudafricano no dejó de perseguirla. El 17 de agosto de 1982, después una conferencia internacional de la UNESCO en Maputo, Ruth First murió tras abrir una carta-bomba enviada por sicarios del régimen del apartheid.
Más de 3 mil personas asistieron a su funeral. En esta ocasión, Albie Sachs, figura clave en la lucha contra el apartheid, pronunció un memorable discurso en homenaje a su amiga. Describió la personalidad y las luchas de Ruth First como el fruto de tres grandes contradicciones:
– Una activista blanca en un movimiento negro
– Una activista de clase media en un movimiento de clase trabajadora
– Una mujer en un entorno político dominado por hombres
Ruth First: una memoria revolucionaria al servicio de nuestras luchas
Amilcar Cabral, uno de los líderes anticolonialistas más importantes del siglo XX y héroe de las guerra de liberación de Guinea Bissau y Cabo Verde contra el colonialismo portugués, nos recordaba que,
Al observar la historia de los pueblos africanos, recordamos que nunca han dejado de luchar hasta el amargo final contra la dominación extranjera. La lucha por la libertad y contra la dominación extranjera es un factor concreto y permanente de la tradición histórica de los pueblos del continente.
A través de su percurso, su compromiso militante y sus sacrificios personales por una África libre de colonialismo, Ruth First supo encarnar perfectamente la “tradición histórica” que mencionaba Cabral.
Por eso es fácil comprender por qué, en las primeras páginas de su libro The Barrel of a Gun (El cañón de una pistola), un libro cuyo objetivo era, según la militante anticolonialista, contribuir a la liberación de África, Ruth First quiso reiterar algo que había sido evidente a lo largo de su vida: «Me considero africana y no hay causa más importante para mí».

La conmemoración del centenario su nacimiento es una oportunidad para perpetuar la memoria de una de las luchadoras más valerosas del siglo pasado. Con esta modesta contribución, esperamos ayudar a contrarrestar una tendencia especialmente preocupante que su biógrafo, el historiador Alan Wieder, observó durante uno de sus viajes a Sudáfrica:
Paradójicamente, cuando hablas con la gente en Sudáfrica hoy en día, pocos son conscientes de la importante contribución de Ruth o Joe a la lucha contra el apartheid. […] pueden haber oído el nombre de Joe Slovo, pero es menos probable que hayan oído hablar de Ruth (…) Pocos jóvenes sudafricanos son conscientes de las contribuciones o sensibilidades que Ruth y Joe encarnaron en términos de justicia social y en la revolución contra la disparidad de clases y el racismo en todo el mundo.
Perpetuar la memoria de Ruth First es recordar las luchas de una activista que, ante la implacable persecución del régimen del apartheid, jamás se rindió:
La rendición sin luchar, la cobardía ante el enemigo, la traición a nuestros amigos, a nuestros aliados y a nuestro pueblo son ajenas a nuestra tradición. Son la antítesis de todo por lo que hemos trabajado y luchado a lo largo de nuestra historia. No tenemos intención de cambiar ahora nuestros colores. Mientras podamos, no retrocederemos ni nos rendiremos. No creemos que una respuesta blanda detendrá la ira de los nazis. Seguiremos luchando mientras podamos. Y si, en el futuro, desatan tal fuerza contra nosotros que ya no podamos continuar, entonces caeremos. Pero al menos caeremos como hemos vivido: luchando.
Ruth First “cayó” el 17 de agosto de 1982 en Maputo tras dedicar la mayor parte de los cincuenta y siete años de su extraordinaria vida a la lucha contra una de las peores tiranías del siglo XX. A través de su memoria, deseamos honrar a las y los mártires que “cayeron” en el camino hacia la liberación de África. Nuestro principal deseo es que la trayectoria, las luchas y el sacrificio de Ruth First puedan servir de modelo; una fuente inagotable de inspiración para las luchas anticoloniales de hoy. Y mañana…
Hamba Kahle Mkhonto (descansa en paz, oh punta de lanza de la Nación) ¡Ruth First!
Investigación y texto: Bouna Mbaye. Edición y traducción: Ricardo Vaz. Ilustración y diseño: Kael Abello.