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Después de la Segunda Guerra Mundial subieron de tono las luchas anti-coloniales en todo el mundo, y especialmente en África. Pero las potencias europeas, incapaces de aceptar el inevitable fin de sus imperios, reaccionaron con toda la violencia que pudieron reunir.
Uno de los casos emblemáticos fue Kenia. En 1952, el Ejército por la Tierra y Libertad de Kenia (KLFA por sus iniciales en inglés), conocido como Mau Mau, protagonizó una insurrección contra el poder colonial británico.
Reuniendo diferentes etnías (Kikuyu, Meru, Embu, Kamba, Maasai), la rebelión Mau Mau luchaba contra las profundas desigualdades, como la distribución de la tierra, así como por la independencia del país. Kenia era también una de las colonias con prácticas más abiertamente racistas en el imperio británico.
Actuando con precisión y muchas veces de noche, los batallones Mau Mau sembraron el pánico en las autoridades. También las mujeres jugaron un papel fundamental, tanto en combate como manteniendo las cadenas de suministro.
Reino Unido reaccionó con violencia y represión mientras trataba de deslegitimar la insurrección. El gobernador Evelyn Baring, apoyado por una población colona sumamente aferrada a sus privilegios, decretó el Estado de Emergencia.
En los cuatro años siguientes, el ejército británico llevó a cabo bombardeos masivos de zonas boscosas onde se movían los guerreros Mau Mau, detuvo líderes y miles de supuestos apoyantes en la capital Nairobi. Los británicos cometieron crímenes de guerra a diestra y siniestra, y sometieron los presos a brutales torturas, incluyendo castraciones. Los sobrevivientes procesaron el Estado británico, que aunque reconoció su responsabilidad se negó a compensar a las víctimas.
Las operaciones militares y represión del poder colonial efectivamente puso fin al levantamiento, aunque grupos rebeldes siguieron activos hasta 1960. La insurrección Mau Mau no logró su objetivo, pero fue una ola más en la lucha anti-colonial en Kenia. La presión no cesó y el país conquistaría su independencia en 1963.
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Redacción: Ricardo Vaz. Ilustración: Valentina Aguirre.
