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La imagen de un Delirio

Este mes estamos de bicentenario, conmemorando los 200 años del poema que escribió Simón Bolívar en Ecuador, a los pies del gran Chimborazo. Un 13 de octubre de 1822, El Libertador, presa de algún delirio, angustia o simple inspiración producto de uno de los procesos bélicos, políticos y personales más intensos que cualquier humano podría vivir, se sienta a crear un poema considerado por los expertos como una de las primeras expresiones del romanticismo nuestroamericano y único en la obra escrita de este personaje. Sin embargo esta pieza no solo dio para la reflexión literaria e histórica, sino que también fue objeto de estudio y representación por parte de la pintura heroica venezolana del siglo XX.

El arte es una huella imperecedera como ninguna otra. Una doctrina política puede caducar, la belleza, la simbología y la significación del arte no. Siempre está ahí como muestra de la sensibilidad de un tiempo, de un espíritu.

Bolívar, El Libertador, dio existencia a un proyecto nacional coherente pero también fue tocado por la infinitud de la poesía, creando uno de los primeros poemas del incipiente romanticismo nuestroamericano: Mi Delirio Sobre El Chimborazo (1822); a su vez esa letra inspiró a artistas de otros tiempos para crear y evocar ese encuentro del hombre con el tiempo. 

El Delirio iconográfico

Birtánico Antonio Salas, mejor conocido como Tito Salas (1887-1974), fue el artista venezolano que recibió dos de los encargos más potentes para construir una narración visual sobre el personaje más popular de nuestra historia.  El iconógrafo del Libertador tuvo “un delirio” que lo llevó a imaginar y plasmar sobre los techos del Panteón Nacional y los muros de La Casa Natal, piezas para la memoria. 

Uno de los temas que el artista representó en ambos espacios fue Mi Delirio Sobre Chimborazo,  inspirado en el poema homónimo que escribió Simón Bolívar en Riobamba (Ecuador) en 1822. Tomó este poema como motivo pictórico y creó dos piezas diferentes y muy interesantes. 

Salas fue encargado de representar los momentos más importantes del Libertador, y el tema del poema – único en su estilo dentro de la obra en letras del Libertador – fue un episodio que aunque fabulado, resultó despertar el interés de la historia. 

Nacimiento y muerte

Existen tres escenas que Tito Salas repitió en sus programas iconográficos bolivarianos: Juramento en Monte Sacro, Delirio sobre Chimborazo y Apoteosis: El pintor se concentró en el nacimiento del líder y en su consolidación como héroe; ayudó a construir el mito a través de sus imágenes. 

Delirio sobre Chimborazo. Panteón Nacional de Caracas.1942

 Observamos a un hombre canoso, de cuerpo fornido y complexión robusta. Alado, semidesnudo, atributos del dios Cronos: El tiempo. Se ubica detrás y encima del hombre uniformado que está una roca más abajo que él, (la llamada roca negra de Bolívar, quizá) mientras dirige con su brazo erguido la atención de los involucrados y el tema de la obra.

La iluminación viene desde ese lugar señalado por Cronos, irradiando los rostros sobrecogidos y el cuerpo de ambos personajes. Bolívar, fácilmente identificable, luce su informe de General en Jefe, que se puede verificar por el uso de charreteras y una capa, parte de la indumentaria para protegerse del inclemente frío propio del lugar. Bolívar sostiene su capa, como si un viento poderoso la fuera a arrancar. Con esto Salas da movimiento a la pieza y dramatismo a la escena. 

Los diversos tonos del suelo dan cuenta del paso de las diferentes edades geológicas, también vestigios del paso del tiempo. 

El brazo del dios está envuelto en un aura como fogosa, y en la zona media izquierda, aparece una figura  fantasmal, quizá premonitoria, coronada con olivos, símbolo inequívoco de la victoria. 

Delirio sobre Chimborazo. Casa Natal. Circa 1930.

 La pieza vuelve sobre los personajes: El tiempo, esta vez con tres de sus atributos: cabello y barba blancos, la hoz o guadaña, y sus alas. A diferencia de la imagen del panteón, acá Bolívar luce un atuendo civil, no el traje militar de gala. La pieza es más sombría. El anciano no le muestra algo, parece susurrarle al oído mientras Bolívar mantiene una mirada reflexiva, pensativa. No parece ver nada. Recostado sobre lo que podríamos considerar “la piedra de Bolívar”; nuevamente,  en el inhóspito paisaje de picos nevados. Salas añade un cóndor, ave característica de esta zona andina. En la parte inferior izquierda aparece lo que asemeja una silueta arrastrada por el viento y el propio tiempo: decolorada, desahuciada.  

Algunas reflexiones sobre el simbolismo

El acervo mitológico recuperado durante el Renacimiento (cultura clásica, helénica, greco-romana), contiene un altísimo valor poético para artistas de la última mitad del siglo XIX y principios del XX, dada su fuerza evocadora de un mundo idílico y mágico. 

En el poema, Bolívar declara venir “envuelto en el manto de Iris”; algunos atribuyen la imagen a la bandera nacional, ya que es la referencia cromática  que suele relacionarse con iris: la bandera tricolor, que en el poema se refleja como la que vence a la deidad de la guerra: Belona; no obstante, Iris es también la diosa que conecta lo divino con lo terreno, a través del arco que va dejando trás su paso, entonces pareciera ser una alegoría que conecta a los hombres con los dioses, ¿de ahí el encuentro de este mortal con el dios del tiempo?, Dice Bolívar: “…arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino”

El dios del tiempo, representado tanto por el anciano, también se encuentra simbolizado en  el paisaje circundante a través de los picos nevados “del gigante de la tierra”, el gran Chimborazo.

Salas realizó la composición para que se complete su idea con el poema de Bolívar. De modo que uno se pregunta: ¿Qué le muestra o susurra Cronos a Bolívar?: Ya era un líder que había formado una nación, venía de triunfar en Ecuador y anexar a Colombia, iba por Perú y había conversado ya con el argentino José de San Martín sobre el destino del Sur. Tenía un reto enorme en frente para continuar el proyecto independentista, pero el Sur estaba muy fragmentado aún y había intrigas en Colombia (Norte). Estaba en un momento de mucha gloria pero también era el centro de muchas envidias e intrigas internas.

Extracto del poema Mi delirio sobre El Chimborazo.

13 de Octubre, 1822

Sobrecogido de un terror sagrado, «¿cómo, ¡oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».

“Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres”. El fantasma desapareció.

En ambas piezas, Salas inserta figuras fantasmales, posiblemente con la intención de representar ese cambio de tono que introdujo Bolívar al final del poema.

Los lugares para Bolívar

Luego del triunfo de Carabobo (1821), la victoria en Pichincha (1822), tocaba continuar avanzando en el objetivo que debía ser común a todos los americanos. Se entrevista con San Martín (1822) y sus preocupaciones se centran en Lima y también en Bogotá. Había resistencias atrás pero también retos frente a él. El creador del mundo político en América, experimenta un momento emotivo, de ensoñación y de angustia. 

La relación de este personaje con las cumbres: Monte Sacro, Cima del Potosí, Chimborazo, es un punto que Salas no dejará de lado. Las alturas siempre serán el lugar del Libertador. Aun cuando fue uno de los pintores que procuró a Bolívar una condición más humana que divina, (aspecto que podemos ver sobre todo en las telas de La Casa Natal) guardó para el Panteón escenas más simbólicas e idealizadas. Ahí lo elevó al Olimpo. 

La concepción visual de la Historia

Además de los documentos, los libros y la historia oral, tenemos expresiones visuales que también funcionan como versiones de la historia, porque a través de la imagen se hace presencia, se captura la esencia y se potencia la experiencia. De esta forma es la imagen presencia, esencia y potencia. 

El estudio de la historia a través de imágenes parece un oficio muy de expertos del arte, quienes hacen uso de una disciplina llamada iconografía para realizar las lecturas que desentrañan los mensajes que los artistas tejen en sus lienzos. Esta disciplina consiste en describir, identificar y analizar los elementos que forman una composición pictórica, escultórica, incluso fue usada para la fotografía en sus inicios. 

Los artistas de finales del siglo XIX y principios del XX, estaban muy penetrados por las tendencias europeas del arte, sobre todo las del Renacimiento, el Romanticismo y el Neoclasicismo. La búsqueda de una identidad visual latinoamericana fue un proceso posterior que inició a mediados del siglo XX. 

Los temas históricos sustituyeron a los temas religiosos, y mucha de la simbología cristiana reforzada con la greco-romana o clásica, construyeron los relatos visuales que hoy aún forman parte de nuestras referencias visuales de la historia. 

Esa simbología la empezamos a ver personificando las fuerzas de la naturaleza, valores, virtudes y comportamientos humanos. Significados moralizantes, atributos y conceptos que serán la forma de elaborar y transmitir mensajes a través de esta iconografía histórica. 

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