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Batalla de Carabobo: la historia detrás de la pintura

Carabobo no solo se ha pensado desde el relato escrito, también se ha proyectado sobre la imagen. Una iconografía fastuosa que tuvo su apoteósis con la archiconocida Batalla del Salón elíptico, realizada por Tovar y Tovar en 1888.

Sin embargo, el tema fue plasmado por los pinceles de Ambrois-Louis Garneray (ambroa lui yagnere), con sus grabados iluminados colección de la ANH y del Museo Bolivariano; Pedro Castillo, el muralista de Páez; Antonio Herrera Toro, que fungió como ayudante de Tovar durante la realización de la monumental Carabobo del salón Elíptico, Juan Antonio Michelena, cuya pieza está extraviada y Arturo Michelena, quien trabajará algunos bocetos sin lograr culminarla.

El romanticismo como estilo y tema

Es la corriente plastica, pictórica, literaria, arquitectónica que atraviesa a estas piezas. Sobre todo las elaboradas por Michelena y Tovar a finales de siglo. Pero incluimos también las previas por ubicarse cronológicamente dentro de los años de lo que se conoce como el preromanticismo, estamos hablando de 1780-1820. Cabe destacar que a Venezuela la influencia artística de esta escuela, llega propiamente después de la segunda mitad del siglo xix. En este sentido, Tovar y Michelena representan el apogeo del período romántico, que para el momento se expresa en la historiografía magistralmente, con la obra de Eduardo Blanco, Venezuela Heroica, la cual tendrá decisiva influencia en las composiciones de estos pintores.

La pintura romántica apela al subjetivismo y la originalidad. Se inspira en escenas violentas o con fuerte carga dramática, características que la llevan a remover el sentimiento del público.

Los murales de Pedro Castillo

(Hacia 1830)

Pedro Castillo fue un pintor valenciano, otros dicen que villacurano, etc. Abuelo materno de Arturo Michelena. Lo que sí es cierto es que vivió en Valencia y tuvo oportunidad de conocer a José Antonio Páez, quien le encargó la realización de una serie de murales decorativos para su casa. A partir de los relatos que el mismo Páez le contara, Castillo fue recreando las acciones bélicas con un estilo muy peculiar. 5 batallas, dos combates, dos asaltos y un sitio, según se titulan las piezas.

La obra de Pedro Castillo es considerada el primer testimonio de pintura de guerra en la que un artista venezolano asume el reto de recrear un hecho histórico bélico con intenciones documentales y no solo estéticas. Esto, por supuesto, no le resta valor plástico a la pieza, por el contrario, se trata de un ejemplar interesante que nos muestra un escena abierta, desde una perspectiva aérea, panorámica, en la que se divisan los grupos enfrentados, identificados con letras que luego son identificados en la leyenda inferior. No existe un héroe exaltado, ni dramatismo; es una gran plano extenso en el que parece ocurrir todo al mismo tiempo y en un escenario topográficamente identicable.

El grabado de Garneray

Este grabado guarda interesantes semejanzas al mural de Castillo. Quizá Garneray se inspiró en esa pieza. En torno a este pintor francés, no existe mucha documentación. Ni siquiera sabemos si estuvo realmente en el país, por lo que suponemos que algunos de sus trabajos referidos a batallas en Suramérica los haya realizado a partir de grabados que recibió en Francia.

La Batalla de Tovar

Con motivo del Centenario del natalicio del Libertador, Tovar y Tovar participó en la «Exposición Nacional de Venezuela», donde expuso entre otras obras, la Firma del Acta de la Independencia, por la cual, le otorgaron la Medalla de Oro en Bellas Artes 1883.

Al año siguiente Guzmán lo contacta nuevamente. Visitan juntos el campo de Carabobo y Tovar toma nota de aspectos como la luz, la vegetación, el paisaje en general.

Inicia de esta forma el trabajo entre Tovar y Antonio Herrera Toro, quien fungirá como ayundante: recaba nombres, anécdotas, estudia el espacio asignado para la obra en el Salón Elíptico, diseña uniformes, realiza bocetos. Una fuente de inspiración será la obra “Venezuela Heróica” del novelista criollo Eduardo Blanco, publicada originalmente en 1881 y reeditada en 1883. Todo un trabajo de investigación y experimentación.

Aunque en principio se evaluó la posibilidad de realizar la obra bajo la técnica de fresco, la decisión de Tovar de irse a París a trabajar la pieza, dejó por fuera esta opción. De esta manera entra en la propuesta la elaboración de un Maruflage, técnica que consiste en pintar paños por separado para luego fijarlos en el techo. Tovar recibe los planos del techo raso o plafón del Salón Elíptico, elaborados por el ingeniero Félix Martínez Espino.

Taller de Tovar y Tovar en París.

Estando en París, Tovar recibe visitas eventuales por parte de Guzmán, quien va siguiendo de cerca la elaboración de la pieza artística. En Venezuela estaba de presidente uno de los fieles al Ilustre: Joaquín Crespo. Guzmán regresa a Venezuela en 1886 para iniciar el que será su último mandato: el bienio, Sin embargo, las intrigas palaciegas lo obligan a dejar el país y residenciarse en París en 1887. Nunca pudo ver la obra que encargó.

Guzmán Blanco en París.

Los lienzos llegan al país en 1887 y dada la complejidad que constituye su traslado e instalación, se contrata a una empresa francesa que trabaja conjuntamente con el MOP, supervisados por el mismo Tovar y Tovar.

Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo.

Se adornó todo el salón con colores llamativos y objetos de alto nivel ornamental: dorado y rojo fueron los matices que dieron vida al clima festivo y apoteósico alrededor de la espectacular obra. Una vez que se fijaron con clavos y pegamentos especiales, los lienzos, se procedió a unir las escenas rellenando los empalmes para dar el efecto de continuidad visual.

La obra es inaugurada el 28 de octubre de 1888 por Juan Pablo Rojas Paúl, presidente de la República en ese momento.

En esta obra monumental Martín Tovar y Tovar invierte cinco años, desde su encargo en 1883, hasta su instalación realizada finalmente en 1888. El pintor inicia la obra en París, alimentado por la minuciosa información histórica y paisajística que Herrera Toro le enviaba. LA BATALLA DE CARABOBO es la primera obra de tendencia realista, neoclásica y romántica de la pintura venezolana, que a su vez rinde un hermoso homenaje al paisaje local. La exactitud documental del artista estudia detalladamente el vestuario de la oficialidad y de la tropa, así como el armamento utilizado, tomándose en algunas ocasiones algunas licencias.

¿Cómo se representa una guerra en el arte? ¿Qué intenciones hay detrás de un encargo de este tipo? Quiénes aparecen en esta tela? En esta pintura monumental, Martín Tovar y Tovar presta atención a tres aspectos fundamentales: el histórico enfrentamiento, la naturaleza tropical del lugar donde se liberó la contienda y, finalmente, las exigencias espaciales que motivan las proporciones de la bóveda helicoidal del Palacio Federal.

Su ejecución la convierte en la primera experiencia de integración total con la arquitectura. 

Con esta magna obra, Tovar y Tovar construye por primera vez en la pintura en Venezuela la narrativa de una «república iconográfica», fundamentada en la épica de la Independencia.

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