«La mayoría de los sionistas no creen que Dios exista, pero sí creen que les prometió Palestina».
(Ilan Pappe)
La contextualización histórica de la cuestión israelo-palestina es esencial si queremos comprender en su totalidad y complejidad el «conflicto» actual y la situación en la Palestina histórica y los territorios ocupados. En este sentido, simplemente no es posible entender las políticas actuales del Estado de Israel sin analizar la arquitectura ideológica sionista que las sustenta. Sin el sionismo no existiría el Estado de Israel y, por tanto, no ocurriría la desposesión colonial de Palestina. Esta es la ecuación fundamental.
Hemos decidido dedicar una serie de artículos a este tema para apoderarnos de la historia de la cuestión israelo-palestina y, por consiguiente, del proyecto colonial sionista, para dotarnos de los elementos necesarios para hacer de la historia una herramienta, capaz de transformar la realidad material presente y futura en consonancia con los intereses nacionales del pueblo palestino, y en particular, con los de sus clases populares.
Comencemos con la pregunta principal: ¿qué es el sionismo?
El sionismo es un movimiento político nacional que reivindica el retorno del «pueblo judío» a su supuesta tierra de origen: «Eretz Israel», la Tierra de Israel1. Desde finales del siglo XIX, el objetivo de este movimiento ha sido ejercer el derecho a la autodeterminación mediante el establecimiento de un «Estado judío» en la tierra que una vez fue Palestina, entonces bajo el dominio del Imperio Otomano. La primera persona que utilizó el término «sionismo» fue el periodista judío-austríaco Nathan Birnbaum, autor de El renacimiento nacional del pueblo judío en su patria como mecanismo para resolver la cuestión judía (1893), considerado uno de los textos fundacionales del sionismo político. Este libro marcó la transición de una concepción religiosa del sionismo a una visión política.
El sionismo es un movimiento político nacional que reivindica el retorno del «pueblo judío» a su supuesta tierra de origen.
Para abordar las fuentes del sionismo político tal y como lo conocemos hoy, debemos remontarnos a la época que los historiadores denominan «protosionista». El protosionismo puede definirse como la forma primitiva del sionismo político, que se limitaba a una vocación mesiánica-religiosa.
Inicialmente, el movimiento protosionista se formó a finales del siglo XVIII con el impulso de la «Haskala», un movimiento intelectual y académico judío inspirado en las ideas de la Ilustración. En aquella época, las comunidades judías entraron en una dinámica política emancipadora, que se inició con la Revolución Francesa, durante la cual sus condiciones de vida y estatus social mejoraron gradualmente. Sin embargo, este contexto cambió radicalmente a partir de mediados del siglo XIX con el auge del racismo antijudío (el llamado antisemitismo).
Frente a esta situación, la «Haskala» pretendía contribuir a actualizar la historiografía judía, prácticamente inexistente durante la Edad Media, y ayudar a las poblaciones judías a integrarse en sus respectivas sociedades, cada vez más afectadas por el racismo antijudío. Al mismo tiempo, esta «actualización» del pasado bíblico judío, acompañada del renacimiento de la literatura y la historiografía judías2, contribuyó, paradójicamente, a sentar las bases del nacionalismo judío.
El protosionismo puede definirse como la forma primitiva del sionismo político, que se limitaba a una vocación mesiánica-religiosa.
En 1862, el filósofo judío alemán Moses Hess escribió: «En los países de Europa central (Rusia, Polonia, Prusia, Austria), hay millones de judíos que, día y noche, elevan al Dios de nuestros padres las más fervientes plegarias por la reconstrucción del reino judío. Ellos han preservado más fielmente que nuestros hermanos de Occidente el núcleo vivo del judaísmo, es decir, el núcleo de la nacionalidad judía»3. Este es el preludio del nacionalismo judío, el sionismo político fruto del entrelazamiento de la religión y el concepto emergente de nación, y lo que se debe situar en el contexto histórico europeo del siglo XIX.
Sin embargo, el protosionismo seguía sin ofrecer una solución definitiva a la «cuestión judía». Durante los años 1870-1880, frente al racismo antijudío reinante en Europa, se aceleró y materializó la transición del protosionismo al sionismo político, al que se le dio una dimensión profundamente nacionalista seguida, naturalmente, por aspiraciones territoriales. La integración de las poblaciones judías en sus respectivos países, tan anhelada por el movimiento de la «Haskala», parecía cada vez menos viable, por lo que la solución a la «cuestión judía» debía encontrarse en otra parte. Y así fue como la tierra de Palestina se situó poco a poco en el punto de mira…
NOTAS
1.Sobre este tema, véase el trabajo del historiador judío-israelí Shlomo Sand, que deconstruye la narrativa, o más bien el mito, del supuesto derecho al retorno del «pueblo judío». Véase concretamente: Shlomo Sand, Como se inventó el pueblo judío, 2008.
2. En aquella época, esto se conocía como «Wissenschaft des Judentums» (la ciencia del judaísmo).
3. Moses Hess, Roma y Jerusalén: la ultima cuestión nacional, 1862.
Publicado originalmente en Voix Populaire.