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La Osa mayor

En tiempos remotísimos los waraos vivían sobre las nubes. Cerca de las casas de los waraos había una palma de manaca con las hojas altísimas, a cuya copa, por la tarde, acudían multitud de pavas para pasar la noche. Cierto día un hombre le dijo a un joven: Compañero, vete a cazar un ave para mí. El otro dijo: Bien, iré a cazar para ti. 

El joven aquel cogió lanza y arpón y disparó a las pavas que estaban en la copa. La punta o lanceta del arpón fue a caer lejos, y al caer quedó clavada en la tierra. El joven anduvo por allí buscando la lanceta del arpón, y no le fue posible encontrarla. Mas una señora anciana, llamando al warao cazador, le dijo: Hijo mío, aquí tienes tu arpón. Allá corrió el joven a ver y encontró la lanceta de su arpón. Pero la lanceta había penetrado dentro de la tierra, y no la podía sacar. 

La señora dijo al joven: Hijo mío, cava cerca, así podrás recogerla. El joven cavó entonces cerca de la lanceta. Al cavar, la tierra se escurría chorreándose, quedando un boquete abierto. Mirando por allí los waraos, contemplaron con estupor nuestro planeta; vieron comida en abundancia y toda variedad de animales. Dijeron entonces los waraos que vivían arriba: Abandonemos nuestro país y vayamos abajo. Uno preguntó: Pero ¿cómo podremos bajar?. Pensando, dijo en seguida: Podremos bajar fácilmente. ¡Miren! sigan mi consejo. Echemos desde aquí una soga grande y fuerte hecha de fibra de moriche. Al llegar a la tierra la extremidad de la soga, vayamos uno a uno bajando por la soga. 

Entonces arrojaron la soga; y al tocar la otra punta de la soga en la tierra, los waraos fueron descendiendo uno por uno. Descendieron todos. Únicamente quedó arriba, sin bajar, una mujer que estaba embarazada, y el marido de la misma. La mujer aquella que estaba embarazada, quería bajar como los otros waraos pero al intentar introducirse por el boquete, no cabía por él. 

Su marido comenzó a forcejear para empujar hacia abajo a la mujer, Saltando encima de ella. Pero a pesar de los esfuerzos, la mujer embarazada no pudo penetrar por el boquete del cielo, ni pudo bajar. Arriba quedó ella para siempre, para estar así siempre, siempre, taponando con su muslo y pierna el orificio del firmamento. Desde entonces aquella mujer warao convertida en estrella, es denominada por los waraos Noji Jabasi. 

Entonces cuando los waraos bajaron de arriba, los animales de nuestro planeta corrían muy veloces, y ellos no podían cogerlos. Al no poder agarrarlos, se dijeron unos a otros los waraos: Lo que podríamos hacer es esto: abrir en la tierra un pozo grande y profundo. Los animales al ir corriendo por ahí, caerán dentro del pozo y no podrán salir. 

Así lo hicieron. Abierto el pozo en la tierra, en seguida comenzaron a ir los animales. Llegó la danta; pero brincó por encima, sin caer en el pozo. El báquiro brincó también, pasando sin caer. Después el venado, la lapa, el acure; todos llegaron y, saltando, pasaron corriendo. El último en llegar fue el morrocoy. Este, al serle imposible saltar, cayó en el pozo y de allí no pudo salir. Desde entonces el morrocoy dejó de correr; por eso ahora camina tan despacio. Si los restantes animales hubieran caído en el pozo, en el presente no podrían correr mucho, a semejanza del morrocoy.   


Mito tomado del libro “Literatura Warao” recopilación y coordinación antropológica: Daisy Barreto Asesoramiento Antropolingüístico: Esteban E. Mosonyi. “Osa Mayor” : Jesús López y Asunción Natoro (Delta Central). Ediciones del Consejo Nacional de la Cultura. Coordinación de Literatura. Caracas 1980

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