A principios de 1917 la situación del imperio ruso era desoladora. Con inestabilidad política y una economía atrasada, los días del régimen zarista estaban contados.
Pero fue durante la Primera Guerra Mundial cuando Rusia enfrentó un escenario catastrófico. Desorganizadas, en desventaja militar, con baja moral y deserciones en masa, las fuerzas rusas se hundían en el atolladero que era el Frente Oriental.
El imperio ruso desaparecería poco después, y con él su ejército corrupto e impopular. En su lugar nacería una nueva fuerza, que quedaría en la historia asociada a triunfos épicos: el Ejército Rojo.
Los Guardias Rojos
La guerra se volvía cada vez más costosa y rechazada por el pueblo, uno de los principales factores que provocó la Revolución de Febrero de 1917. Sin embargo, el gobierno provisional liderado por Kerensky se sometió a las presiones de los Aliados y mantuvo a Rusia en la guerra.
En este caldero de desesperación e incertidumbre emerge quizás la fuerza más revolucionaria de la historia: Lenin y los Bolcheviques. Mientras se agudizaban las contradicciones, tomaba forma un proyecto político con una consigna clara: “¡todo el poder a los Soviets!”.
Definido el rumbo, había que generar las condiciones. Una de las prioridades para el Partido Bolchevique fue la creación de los Guardias Rojos en los Soviets. Se trataba de milicias de autodefensa, integradas por obreros y campesinos voluntarios, para defender fábricas y campos, así como enfrentar la represión del gobierno provisional.
El 7 de noviembre de 1917 (25 de octubre en el calendario Juliano que se usaba en Rusia) la historia se partió en dos. Los revolucionarios rusos tomaron el Palacio de Invierno en Petrogrado y los Soviets asumieron el poder.
Los Guardias Rojos jugaron un papel clave en la insurrección, en el caos y la incertidumbre que siguieron. En ese momento ya tenían más de 200 mil hombres en sus filas, y en varios rincones del viejo imperio ruso aseguraron la transferencia del poder mientras reemplazaban el ejército que se desintegraba. Pero mayores desafíos estaban aún por venir.
Guerra Civil
Si la Revolución de Octubre despertó inmediatamente la esperanza en los pueblos, así de rápido entendieron las potencias occidentales el peligro que esta representaba.
Las fuerzas conservadoras, reaccionarias y monárquicas reagruparon sus bases de apoyo, conformando lo que se conocería como el “Ejército Blanco” para derrotar el naciente poder soviético. En la Guerra Civil Rusa (1917 – 1922) contaron además con el apoyo y la intervención directa de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, entre otros. En las palabras de Churchill, había que “estrangular el Bolchevismo en la cuna.”
Los Guardias Rojos resistieron esa alianza pero pronto hubo que crear un ejército oficial. En enero de 1918, un decreto del Consejo de Comisarios creó el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, bajo el comando de Leon Trotsky.
En un país convulsionado y con muchos frentes abiertos, las fuerzas soviéticas sufrieron reveses. A principios de 1919, los ejércitos blancos avanzaban en tres frentes. Pero el Ejército Rojo logró reagruparse, establecer el control de regiones como Siberia y Asia Central, e infligir derrotas decisivas a los enemigos.
Aunque las escaramuzas siguieron durante tres años más, la victoria roja en Crimea en noviembre de 1920 efectivamente puso fin a la guerra civil. En diciembre de 1922 se creó formalmente la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Un ejército “rojo”
El peligro inminente que representó la guerra civil obligó a la dirigencia Bolchevique a reclutar cerca de 50 mil oficiales del desintegrado ejército imperial. De igual modo, el servicio militar voluntario muy pronto se convirtió en obligatorio. Pero con el paso del tiempo una nueva identidad se forjaría en las fuerzas armadas.
Con gran esfuerzo, a mediados de la década de 1920 el cuerpo de oficiales ya había sido formado con la ideología soviética. No obstante, el ejército tenía un carácter democrático, ya que los Soviets tenían la responsabilidad de elegir, y destituir, a los comandantes militares. Los rangos más altos eran electos en los Soviets regionales o en el Consejo Nacional.
Las unidades militares tenían también un comisario político, para mantener siempre claro el carácter de la lucha, más allá de obedecer órdenes ciegamente. Otro aspecto fundamental era la responsabilidad colectiva, por la que todo el batallón asumía la responsabilidad por errores individuales.
Sin embargo, la principal característica del Ejército Rojo era su naturaleza de clase. Se trataba de un ejército formado por obreros y campesinos, la gran mayoría oriundos de pueblos a lo largo y ancho de la Unión Soviética: una expresión del horizonte socialista que cohesionaba a la población civil y sus soldados.
El Ejército Rojo fue también un espacio que permitió consolidar el proyecto soviético por encima de la cuestión étnica. Rusos, ucranianos, armenios, kazajos, uzbekos y muchos otros pueblos combatieron bajo una misma bandera. El viejo ejército zarista había sido exclusivamente ruso.
La Guerra Patria
El Ejército Rojo tuvo éxitos y reveses, como las guerras en Polonia y Finlandia. Tuvo su crecimiento y sus purgas. Pero nada se compara al desafío que representó la Segunda Guerra Mundial.
El conflicto fue nombrado como “La Gran Guerra Patria” en estos territorios porque la patria verdaderamente estuvo en juego. Los soviéticos enfrentaron la fuerza y la barbarie de la máquina de guerra nazi. Mientras que los Aliados en el frente occidental llegaron a enfrentar 10 batallones alemanes, el Ejército Rojo en el frente oriental llegó a combatir 200 en simultáneo.
El heroísmo no fue solamente en el campo de batalla. Además de resistir activamente contra los invasores, la población civil soviética, especialmente las mujeres, hicieron posible alimentar, abastecer y armar al Ejército Rojo. En 1944, la URSS produjo cerca de 40 mil aviones y 30 mil tanques, cerca de cinco veces más que en 1940.
La Wehrmacht avanzó hacia las puertas de ciudades como Moscú y Leningrado, pero la resistencia soviética permitió trabar el ímpetu alemán y luego iniciar la contraofensiva. El punto de viraje fue la victoria en la sangrienta batalla de Stalingrado en febrero de 1943. El Ejército Rojo después salió victorioso en Kursk, logró levantar el cerco a Leningrado y marchó indetenible hasta la victoria final en Berlín, el 9 de mayo de 1945.
Se estima que más de 34 millones de personas lucharon en el Ejército Rojo durante la Gran Guerra Patria. De estos, más de 8 millones murieron en combate o como prisioneros. Pero las pérdidas fueron aún mayores en la población civil: cerca de 19 millones. En total, la URSS perdió el 14% de su población durante aquellos años de conflicto armado.
Aunque en 1946 fue renombrado Ejército Soviético, el Ejército Rojo tiene asegurado su lugar en la historia y en el imaginario popular, como sinónimo de la fuerza de un pueblo unido decidido a construir su destino.
¡Del taiga siberiano al mar británico, el Ejército Rojo es el más fuerte!
От тайги до британских морей, Красная Армия сильнее всех!
Investigación y redacción: Ricardo Vaz; Ilustraciones: Kael Abello