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Tribuna feminista: Carmen Clemente Travieso

La principal bandera de lucha de Carmen Clemente Travieso, tanto en la calle como en las páginas que escribió, fue el rescate de la dignidad del pueblo venezolano, pero sobre todo de las mujeres y madres trabajadoras, las que mueven el mundo y sostienen la vida.

Una caraqueña enamorada de su ciudad que nació un 24 de julio de 1900, era bisnieta del líder independentista Lino Clemente y principal espectadora de los cuentos de su abuela Trinidad Domínguez de Travieso, los cuales inspiraron sus primeras aventuras con la escritura. Casi toda su vida transcurrió entre dictaduras que coartaron sus derechos sociales y políticos y quizás por ello Carmen fue pionera de un sinfín de batallas por la liberación del país.

Entre 1930 y 1950, lideró la lucha feminista por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y fue miembro fundadora del histórico Partido Comunista de Venezuela (PCV) porque creía fervientemente en las revoluciones como vía para liberar a los pueblos.

Aún más importante, Carmen Clemente abrió el camino para que las mujeres ejercieran el periodismo, siendo una de las primeras en licenciarse con la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1964 y en recibir la “medalla de pionera” del Colegio Nacional de Periodistas en 1981. No solo eso, se dedicó al periodismo de calle, al periodismo combativo, buscando historias que vislumbraran las carencias sociales del país.

Hacia la izquierda

A Carmen Clemente Travieso le costaba separarse de su amada Caracas, pero siempre aprovechó la oportunidad de conocer otras partes del mundo y esto la ayudó a ver que las luchas de los pueblos eran las mismas en todos lados. Así le pasó en Nueva York, donde vivió entre 1924 y 1927 con su hermana Cecilia, su eterna amiga y aliada.

En esta ciudad, considerada entonces el centro comercial e industrial del mundo, Carmen trabajó como bordadora del taller Bucilla Company viviendo en carne propia las precarias condiciones de las mujeres obreras. Esto no solo renovó su fibra social sino que a su regreso a Venezuela se unió a otras mujeres para organizar la resistencia contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935).

Una vez en suelo patrio, no hubo flanco de batalla que Carmen descuidara. Se hizo gran aliada de la Generación del 28, un grupo de líderes estudiantiles que se oponía al régimen gomecista, y cuando estos fueron encarcelados, Carmen se unió a “Las Madrinas de Guerra” para llevarles comida, medicinas y ser su enlace de comunicación, dando continuidad a la resistencia.

Durante un tiempo se ganó la vida como mecanógrafa y desde 1930 ayudó en la difusión de los ideales comunistas elaborando propaganda y organizando centros de estudio, todo esto como antesala a la fundación del Partido Comunista en 1931, donde conformó la primera célula femenina junto a Josefina Juliac y Margot García Maldonado. Desde esta trinchera, Carmen lideró la lucha de clases, que más de 60 años después inspirarían la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez.

Con la muerte de Gómez en 1935, hubo un renacimiento de los movimientos de izquierda al volver los exiliados y ser liberados los presos mientras que las mujeres reforzaron la lucha feminista y se unieron a sindicatos y partidos políticos de izquierda. Uno de estos espacios fue la Agrupación Cultural Femenina (ACF), que Carmen ayudó a fundar, y fue el principal propulsor de los derechos de las mujeres hasta su desintegración en 1958.

Los logros de la ACF son tan impresionantes como extensos. Reunió a mujeres de todas las toldas políticas y clases sociales para luchar por el voto, creó escuelas nocturnas para mujeres analfabetas y fundó la Casa de la Obrera para capacitar a mujeres en oficios que les permitiera tener independencia económica.

En 1936, Carmen junto a otras dirigentes de la AFC viajaron al estado Zulia, la entonces capital petrolera de Venezuela, para apoyar la gran huelga petrolera. Fueron ellas las que cuidaron a los hijos de los huelguistas mientras sus padres combatían por sus derechos laborales, haciendo verdadera gala del lema “en la unión está la fuerza.”

Ninguno de los avances feministas y de la izquierda fueron fáciles pues ocurrieron mientras el recién instaurado régimen de Eleazar López Contreras (1935-1941) prohibía la ideología comunista, castigando con el exilio o prisión a quienes violaran su mandato.

La respuesta de Carmen fue convertir su casa en un lugar de encuentro para la Liga Nacional Pro Presos, patrocinada por la ACF, y entregarse de lleno al periodismo izquierdista y feminista con escritos que interpelaban a toda la sociedad.

La periodista del feminismo

Más allá de su educación formal, Carmen Clemente Travieso aprendió a ser periodista pateando la calle y escribiendo sin cesar. Casi todos sus escritos estaban enfocados en los derechos de las mujeres, desbaratando falsos mitos sobre su poca intelectualidad y reforzando el rol femenino en la transformación democrática del país.

Entre 1936 y 1948 escribió para El Martillo, el primer periódico comunista de Venezuela, y dirigió la sección dominical “Cultura de la Mujer” del diario Ahora, que sirvió para visibilizar los problemas de las mujeres, sobre todo campesinas y obreras.

Su primer texto publicado en 1936 y titulado “Mi llamamiento a la mujer venezolana” resonó con tanta fuerza que se reprodujo en periódicos de todo el país. Este manifiesto de solo dos páginas dio inicio a la lucha feminista anticipando que habría tropiezos, desalientos y hasta una y mil emboscadas:

“Unidas todas por un solo ideal, en bloque, para fortalecernos, comencemos por el principio: ¡afirmemos nuestra personalidad ante el hombre! Con una absoluta conciencia de nuestros deberes, conquistemos nosotras mismas nuestros derechos”.

Todos los artículos de Carmen eran implacables y en otro texto publicado en 1938 recriminó que solo las venezolanas de clase media habían podido “leer un poco e instruirse otro poco” pero nunca se preocuparon por inculcar a sus compañeras de menos recursos el amor a la lectura y “menos aún se preocuparon en abrir bibliotecas populares.”

No era solo un reproche hacia sus hermanas, estaba visibilizando la lucha de clases. Sus acciones eran consecuentes con sus escritos y durante años dirigió la biblioteca circulante Trina Larralde para educar a las mujeres venezolanas sobre participación política, derechos, cultura, salud y sexualidad. Mientras que casi al final de su vida, en 1978, creó junto a su hermana la Fundación Cecilia y Carmen Clemente Travieso y donó a su parroquia, La Pastora, más de diez mil ejemplares que permitieron fundar la Biblioteca Gual y España.

Entre 1939 y 1944, los artículos periodísticos de Carmen se enfocaron en la desigualdad social que desde antaño oprimía a las mujeres:

En “La mujer venezolana y su liberación económica” reprocha cómo la falta de instrucción mantuvo a la mujer como “esclava y sumisa al hombre” pero esta misma había emprendido su liberación por medio del trabajo, aportando además al mantenimiento de la familia, en oposición al hombre que solía invertir más “en su propio peculio”.

En “La capacidad intelectual de la mujer” discute que una mejor condición social, educación y derechos de igualdad elevarían la intelectualidad y cultura de la mujer, que hasta entonces había sido limitada a desarrollarse en un “ambiente estrecho” y considerada “un instrumento de placer y lucro” para el hombre.

En “Las reivindicaciones de la madre venezolana” señala la incongruencia de una sociedad que exalta a la madre como base de la familia pero no la respalda con leyes justas. También habla del “camino oscuro y solitario” que le toca recorrer a la madre soltera mientras que “el hombre que turbó su vida, que desgarró sus entrañas y que la abandonó en medio del arroyo, sigue siendo honesto, honrado y digno de figurar en la sociedad”.

Los fuertes escritos de Carmen reforzaron las acciones de calle y fue así como en 1942, la Agrupación Cultural Femenina junto a otras organizaciones feministas logró la reforma del Código de Comercio para que la mujer ejerciera una profesión comercial independiente de su marido y manejara sus bienes. Asimismo, consiguieron cambiar el Código Civil en torno a los derechos de la mujer dentro del matrimonio y educación de los hijos.

Para Carmen tampoco había tema tabú porque creía que la liberación de la mujer pasaba por todos los ámbitos, incluyendo lo sexual. En 1939 llamó a las universidades y escuelas a dar clases de educación sexual para que los jóvenes tuvieran un desarrollo físico y mental normal y sano: “Ya es tiempo de que los hombres y mujeres de hoy arrojen lejos, por medio de una sana instrucción y conocimientos, al prejuicio sexual que siempre las ha mantenido con una venda sobre los ojos”.

Entre 1946 y 1951, fue una de las primeras mujeres en trabajar para Últimas Noticias y El Nacional, donde escribió sobre los barrios y las injusticias sociales. En su cuento “La cama número 27” narró la muerte de una joven tuberculosa en un hospital, y en su reportaje “No hay hijos naturales, hay padres ilegítimos” investigó la injusticia del abandono a la madre y al hijo. Ambos le merecieron elogios y reconocimientos internacionales.

Pero quizás la lucha más significativa fue por el sufragio femenino y la plena participación de la mujer en la política. A este tema, Carmen le dedicó muchísima tinta:

Solo en 1946 publicó los siguientes artículos: “La mujer y su preparación política”, “La necesidad de militar en los partidos políticos”, “Alerta a la mujer democrática”, “Mujer: fortalece con tu voto la marcha de la democracia” y “Votarás por la democracia, mujer venezolana”.

En ellos criticó el “papel segundón” que le daban los partidos políticos a las mujeres y la necesidad de brindarles oportunidades para su preparación teórica y práctica. También abogó por dedicar la militancia política a los campos venezolanos “donde millares de hombres y mujeres trabajan de sol a sol por un mísero jornal”.

Al mismo tiempo, Carmen advirtió que solo con lograr el voto no bastaba, pues “sin una verdadera vanguardia de mujeres organizadas, el voto femenino, lejos de contribuir al bienestar colectivo irá a hacer efectivo el atraso del pueblo y de sus instituciones”.

En diciembre de 1946, las mujeres y las personas analfabetas lograron votar por primera vez en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, para la cuales Carmen fue candidata por el Partido Comunista y aunque no ganó otras 12 compañeras sí lo lograron. El derecho al voto femenino quedó oficialmente establecido en 1947 con las elecciones presidenciales donde resultó vencedor el escritor Rómulo Gallegos.

Los años previos el país había sido gobernado por Isaías Medina Angarita quien legalizó los partidos políticos de izquierda pero fue derrocado en 1945 y asumió una Junta de Gobierno encabezada por Rómulo Betancourt, Marcos Pérez Jiménez y Carlos Delgado Chalbaud. Gallegos sufrió el mismo destino de Medina y apenas duró nueve meses en el poder. La Junta volvió a ilegalizar a la izquierda y la dictadura pérezjimenista se consolidó en 1952.

Ante semejante retroceso, Carmen se unió a la resistencia distribuyendo propaganda política y prestando su casa para reuniones clandestinas, mientras que su labor periodística continuó en las revistas Estampas, Élites y Páginas, donde publicó entrevistas a valerosas mujeres que enfrentaban la dictadura. También estampó su firma en El Heraldo, Unidad, Aquí Está, El Tiempo, Frente Obrero y Hoy, en este último publicó sus crónicas sobre Caracas.

La lucha contra la dictadura no fue en vano y esta finalmente cayó el 23 de enero de 1958. A propósito de este suceso, Carmen escribió que “una vez más la mujer venezolana escribe con su sangre con su espíritu, con su sacrificio, la historia de nuestras luchas”

El artículo titulado “La actitud valiente de la mujer venezolana” nos brinda contexto de este oscuro periodo: “Hemos contemplado a esas mujeres que en gesto arrojado se lanzaron a desafiar las iras del tirano con sus voces valientes y honradas en la Plaza Bolívar; que fueron humilladas y planeadas por una policía vanal y bárbara; interrogadas en los calabozos de la dictadura; y las que se dedicaron a recoger piedras en la Charneca para contrarrestar las balas de la dictadura; y las que murieron en una esquina cualquiera de Caracas con la palabra de Libertad en los labios”.

En 1959, Rómulo Betancourt fue electo presidente de Venezuela, inaugurando un período (formalmente) democrático, durante el cual Carmen se dedicaría a su otro gran legado: sus libros.

Caracas y las heroínas de la Patria

Y es que Carmen Clemente no era solo una periodista autodidacta, sino también una historiadora, forjada por su propio empeño. Entre 1940 y 1980, escribió varias obras indispensables para conocer el pasado y entender el presente de Venezuela.

En 1953 publicó “Las esquinas de Caracas: sus leyendas, sus recuerdos”. Esta fue su obra más difundida y a la que dedicó cuatro años recopilando historias sobre la fundación de la capital venezolana, sus rincones y monumentos. Sin duda, se trató de un homenaje a la ciudad que albergó su vida y sus luchas. Más adelante, en 1971 publicó “Anécdotas y viviendas de la vieja Caracas” que además contiene leyendas de terror que habían sido transmitidas de generación en generación.

El resto de sus libros los dedicó a su otro gran amor: las heroínas de la independencia del siglo XIX. Sus fuentes fueron las entrevistas con los descendientes de los personajes que se disponía a retratar y la prestigiosa biblioteca del estadounidense residenciado en Caracas Rudolf Dolge, donde Carmen trabajó durante 15 años. 

En 1942, publicó “Luisa Cáceres de Arismendi (1799-1866). Ensayo biográfico”, en 1953 “Teresa Carreño (1853-1917). Ensayo biográfico” y en 1964 “Mujeres de la Independencia. Seis biografías de mujeres venezolanas”. Fueron obras inéditas para una época en la que había poco interés por rescatar la memoria de venezolanas ilustres y los historiadores apenas les dedicaban unas escasas líneas en sus libros.

En 1958, Carmen escribió un artículo explicando la importancia de conocer a las mujeres independentistas: “Ellas fueron las pioneras en la lucha; las que marcaron el camino a seguir a las generaciones venideras; las que nos enseñaron a combatir por la dignidad humana, por la justicia y por el derecho a vivir en una patria libre.”

Finalmente, le dedicó tres libros a las batallas que libraron las mujeres venezolanas a lo largo de la historia, desde las indígenas que resistieron la colonización española del siglo XV hasta la lucha feminista de la que ella misma fue parte en el siglo XX. Así nacieron: “Mujeres venezolanas y otros reportajes” (1951), “Las luchas de la mujer venezolana” (1961) y “Las mujeres en el pasado y en el presente” (1977). 

Desafortunadamente, su propia autobiografía titulada “El papagayo de los siete colores”, que empezó a escribir en 1940, nunca fue terminada pues la muerte la reclamó un 24 de enero de 1983. 

Hoy día, los artículos y libros de Carmen Clemente Travieso bien podrían ser considerados patrimonio histórico de Venezuela porque hacen un recuento maravilloso de las batallas del pueblo y las mujeres patriotas.Así como las heroínas que ella tanto admiraba y cuyo legado rescató, a Carmen tampoco podemos olvidarla ni su existencia dedicada a luchar por otros y otras.

Investigación y textos: Andreína Chávez. Ilustración de portada: Miguel Guerra

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