México
Es un obligado decir la bisagra descomunal que ha sido México en la Historia del Arte, y más aún recordar lo que significó para el arte contemporáneo mundial la telúrica irrupción de sus muralistas. México parece condenado a ser tremebundo en cualquiera de sus afanes, sea para sus revoluciones, sus apocalipsis, sus esperanzas y sus artistas del muro.
Si recordamos que un titán como Siqueiros parió el prototipo de lo que hoy llamamos Guerrilla Comunicacional, podemos atisbar qué tan cerca tenemos su influjo estas cotidianidades nuestras de gentes urbanas rodeadas ad nauseam de formas de comunicación y contracomunicación allá donde miremos.
En nuestra actualidad, en la que hay tantas formas de arte mural como artistas existen, es una deliciosa suspicacia hablar de una artista urbana mexicana que en realidad se considera rama de otras raíces. Más irónico es darse cuenta de lo mucho que su propia cultura la nutre. La joven Eva Bracamontes ha aprendido a centrifugar todas las historias del arte urbano, todos sus orígenes.
Eva viajaba desde pequeña con sus padres arqueólogos: siempre dibujaban todo lo que veían
El explosivo arte urbano de Los Angeles, ciudad que visitaba con frecuencia, la influenció. Estudió Diseño e Ilustración, y en efecto se considera ilustradora, no muralista.
Me parece que el muralismo, por lo menos aquí en México, tuvo mucha importancia, y que evidentemente eran otros materiales, otra ideología, otras técnicas muy diferentes a lo que se hace ahorita
Eva Bracamontes
Esto último, Eva lo comenta refiriéndose a los tiempos de la triada de muralistas mexicanos que en su tiempo rompió todo lo irrompible. Sin embargo, el entramado de sus viajes y destinos de infancia y juventud parecen llevarla inexorablemente al espacio público, en donde puede matrimoniar con toda feliz armonía la ilustración y el graffitti, pasiones de las que se confiesa felizmente rea.
Eva es elocuente y brillante en su verbo y su obra. Sabe explicar lo que pinta y por qué lo pinta: me encanta dar color y felicidad a un país que ha tenido que enfrentarse a procesos políticos bien difíciles, a una política de injusticias, terror, crímenes, feminicidios… mi cultura, mi historia es super rica, colorida, y yo creo que lo mejor que se puede hacer es recordar a todos cada día que tenemos cosas maravillosas, un pueblo lleno de magia, luz.
Hay una matriz manifiesta que une transversalmente a las artistas del muro contemporáneas: el impenitente protagonismo de la mujer en sus obras. Mi trabajo se ha enfocado mucho en el tema de mujer. En cada país que he visitado he conocido mujeres con violencia de cualquier índole, y por eso me parece una oportunidad retratar mujeres, niñas, personas más grandes, empoderarlas sin importar su cultura, religión, edad, etc. Y remata envuelta por un hermoso y conmovedor entusiasmo: es fascinante.
Y sí, sus murales son una fiesta total de mujeres siempre sensuales, orgullosas de sí, seductoras, coquetísimas en su ejercicio de ser y disfrutarse a sí mismas en su coquetería, desvergonzadas porque parecen haber derrotado todo pudor y desconfianza en sí y en su propia belleza inherente.
La grosera voluptuosidad de sus cuerpos te recuerda más a las mujeres que te roban la atención en la calle que a los opresivos estándares de otros discursos. Como si estuvieran celebrando estar en la boca de una cornucopia de colores, soles, floras y faunas que coreografían un delicioso caos de alegría alrededor. Se demoran en una inocencia pueril al mismo tiempo que son eróticas y delicadas, desaforadas y elegantes.
No hay erotismo para convocar al desafuero de los hombres. Ellas disfrutan su propia voluptuosidad caribe, azteca, mulata, india, afro, y se regodean en el placer de ser y estar, siempre envueltas en la abrumadora ternura de los objetos que las rodean. Las mujeres de Eva son el cuerno de la abundancia del color, la sensualidad y la felicidad nuestramericanas.
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