Ernesto Cardenal (1926-2020) fue un sacerdote y poeta revolucionario de Nicaragua. En 1977 fundó en Solentiname una comunidad contemplativa, inspirada en los ideales de la teología de la liberación. Allí realizó sesiones dialogadas del Evangelio con los campesinos, levantó una iglesita rural y alentó el trabajo comunal en talleres de madera, cuero, cobre, bronce, plata y pintura. Las discusiones con los campesinos están recogidas en el célebre libro «El Evangelio en Solentiname». Menos conocido es «Nostalgia del futuro», un libro posterior donde Cardenal comenta las pinturas realizadas por los miembros de la comunidad de Solentiname. El resultado es una hermosa colección de testimonios en torno al hecho plástico desde la sensibilidad campesina a la par que revelan una faceta menos conocida de Solentiname. A continuación reproducimos algunos fragmentos del libro, acompañados de varias pinturas.
ABRE COMILLAS
Solentiname es un archipiélago de población campesina. No hacía mucho que yo había venido con otros compañeros, Carlos Alberto y William, a fundar esta pequeña comunidad, cuando visitando la casa de un campesino vimos unos «guacales» (especie de calabazas para beber agua) labrados por él, con dibujos muy bonitos. Recuerdo que una de las figuras era una sirena tocando guitarra. Después le dimos papel, lápices de colores, y comenzó a llevarnos preciosos dibujos ingenuos. Más tarde vino un joven pintor de Managua, Roger Pérez de la Rocha, y le dio tela y óleos y algunas orientaciones, y pintó su primer cuadro, que compró un amigo nuestro de Managua. Después pintó otros más, y también se vendieron. Este fue Eduardo, nuestro primer pintor primitivo.
Después Alejandro, un muchacho también de estas islas, que ya había ingresado a nuestra comunidad, ensayó pintar, y le resultó un cuadro muy bello. Después empezaron a pintar otros, muchachos y muchachas, y gente de más edad. Ahora son muchos los que pintan en Solentiname.
«La pintura en Solentiname está considerada como un trabajo», dice Alejandro, «y un pintor siembra un platanal o un maizal en su cuadro igual que lo siembra en el campo».
También ha dicho Alejandro: «Yo siempre he considerado que los detalles de un cuadro tienen mucho significado. ¿Por qué? Porque por ejemplo, un velero que pinta un pintor, siempre ese velero va para alguna parte, el pintor lo sabe.»
«Cuando el pintor pinta los ranchitos, lo hace con el mismo cuidado y la misma técnica que si fuera a vivir en ellos.»
Y también dice Alejandro:
«Nadie reproduce la alegría de la gentecita con una sonrisa diciéndose adiós de un botecito a otro, sin que esa sonrisa y esos botecitos existan de verdad, y él los haya visto, y además creo (y eso se ve) que incluso cuando el pintor pinta eso está sonriéndose también».
A propósito de los cuadros de Marina, una muchacha pintora de Solentiname, el poeta Pablo Antonio Cuadra observa que un campesino nunca dice «un árbol» sino «un guanacaste», «un guarumo», «un espavel», y que nunca dice «un ave» sino «un guis», «una garza», «una oropéndola», y eso es porque sabe bien su madera, su hoja, su fruta, su pluma, su pico, su canto. Y de la misma manera el pintor campesino pinta la naturaleza, haciendo un árbol hoja por hoja, un animalito pelo por pelo. Pero cuando pinta un grupo humano —sigue diciendo Pablo Antonio Cuadra—lo que pinta no es el detalle, sino la alegría, la fiesta, el quehacer cotidiano… No ve al hombre en detalle sino en conjunto y en su acción, todos reunidos, en comunidad o en comunión.
La antigua iglesia de Solentiname nunca se había terminado de construir y ya se estaba arruinando. La reconstruimos y terminamos de construir en su mismo estilo de antes, pero la pintamos en alegres colores. Por dentro las paredes las decoramos con dibujos de niños de Solentiname. Y los pintores muchas veces también han pintado la iglesita en sus cuadros.
Frente a la iglesita está el rancho de reunión, donde todos los domingos tenemos un almuerzo después de la misa (almuerzo que para nosotros es también comunión) y ocasionalmente se celebra alguna fiesta.
La pintura de Solentiname, tan bella y tan abundante, para mí ha sido un milagro. Otro milagro han sido los comentarios dialogados del Evangelio que los campesinos han venido haciendo, en este rancho y en la iglesia. Muchos de estos comentarios se han reunido en un libro titulado «El Evangelio en Solentiname», publicado en varios idiomas. Yo he dicho que estos comentarios de los campesinos tienen mayor profundidad que la de muchos teólogos, pero al mismo tiempo una sencillez parecida a la del Evangelio. El Evangelio fue escrito para los pobres, por unos que también eran pobres, pescadores; y los pobres son los que mejor lo pueden entender. «Evangelio» quiere decir, en griego, «Buena Noticia». Es la buena noticia a los pobres, la noticia de la liberación.
ABRE COMILLAS es una columna que recoge citas, transcripciones y fragmentos textuales en donde importantes actores reflexionan en torno a una producción cultural alternativa.