«La inmigración no sólo debía asegurar la concentración de capital judío europeo en Palestina para dominar el proceso de industrialización, sino también asegurar esta tarea con un proletariado judío. La política que dio lugar a la consigna: «Trabajo para los judíos» tuvo graves consecuencias, provocando rápidamente la aparición de tendencias fascistas en la sociedad colonial judía».
(Ghassan Khanafani, “La revuelta de 1936-39 en Palestina”, 1972)
El periodo del Mandato Británico sobre Palestina, que comenzó oficialmente en 1922, tuvo una importancia crucial para el futuro del pueblo palestino y del Oriente Próximo en su conjunto. Durante este periodo, la interacción política entre las diferentes facciones fue, cuando menos, turbulenta. Desde el principio, los británicos intentaron administrar Palestina como una posesión colonial ordinaria (controlando la política agraria, la educación, la salud, etc.), pero en la práctica beneficiando las aspiraciones e intereses del movimiento sionista, que logró así forjar las estructuras económicas y político-institucionales básicas propicias para su proyecto de colonización.
La militarización del movimiento sionista
Como en periodos anteriores, la inmigración judía a Palestina fue el punto cardinal de la política sionista, que contó con el beneplácito incondicional de Gran Bretaña. Entre 1920 y 1930 la inmigración se desarrolló a un ritmo sostenido, permitiendo un proceso de urbanización de las ciudades judías y la creación de las condiciones necesarias para la modernización económica de las estructuras sionistas en Palestina, a costa de la población palestina.
En 1929 estallaron violentos disturbios del lado palestino para contrarrestar la inmigración sionista. En respuesta a esta violencia, los británicos crearon en 1930 dos comisiones de investigación: la «Comisión Shaw»1 -que exigió por primera vez la regulación de la inmigración judía- y la ”Comisión Hope-Simpson»2 -que criticó la política de tierras sionista y puso en tela de juicio la Declaración Balfour, juzgada demasiado sesgada y poco objetiva. Fue el preludio del divorcio entre británicos y sionistas que se acentuaría en los años treinta.
Un elemento especialmente significativo luego de los acontecimientos de 1929 y 1930 fue el desarrollo del aparato militar sionista. Esta institución resultaría decisiva en los años siguientes, marcados por el recrudecimiento de las tensiones, y hasta la independencia del Estado de Israel en 1948. Hay que recordar que, históricamente, la creación de un ejército profesional no fue una prerrogativa del movimiento sionista. Para Theodore Herzl, el padre del sionismo político, el desarrollo del hogar nacional judío tenía que ser pacífico. De hecho, la creación de la primera milicia armada en 1909, el Ha-Shomer, tuvo lugar de forma independiente, sin que el proyecto procediera de la administración central sionista.
Hasta la llegada del Mandato británico, las autoridades sionistas estaban convencidas de que podían llevar a cabo su proyecto de colonización sin necesidad de apoyo militar. En 1920, la creciente hostilidad palestina a la Declaración Balfour y el aumento de la inmigración judía impulsaron al movimiento sionista a fundar la organización Haganá (Defensa), lo que dio lugar al inicio de una militarización de la sociedad palestina y judía en su conjunto.
Un elemento especialmente significativo luego de los acontecimientos de 1929 y 1930 fue el desarrollo del aparato militar sionista.
La Gran Revuelta Palestina de 1936
En 1934, los líderes nacionalistas palestinos presentaron al Alto Comisionado británico un plan para el establecimiento de un gobierno democrático y representativo. Por su parte, la administración británica propuso la creación de un Consejo Legislativo que representara a las dos comunidades. El movimiento sionista se negó, consciente de su fuerza y de su posición en el terreno.
El rechazo sionista condujo a una radicalización del movimiento nacionalista palestino. La fundación del Alto Comité Árabe en 1936, un nuevo órgano político central palestino, dio un nuevo impulso al movimiento nacionalista palestino, que consiguió lanzar una huelga general masiva ese mismo año, paralizando el país. Paralelamente a la consolidación del nacionalismo palestino, empezó a tomar forma la resistencia armada, en respuesta a la violencia indiscriminada de un sistema político e institucional inherentemente discriminatorio.
En 1936, por primera vez en la historia política de Palestina, los palestinos formaban un cuerpo político unido. Sin embargo, esta unidad palestina llegó tarde y estaba condenada al fracaso; la vía diplomática se agotó finalmente en favor de la de las armas ante la intransigencia colonial. Las zonas rurales palestinas se vieron duramente afectadas por la endeudamiento y la desposesión, por no hablar de las políticas británicas y las directivas sionistas de comprar tierras y imponer la «mano de obra judía».
Este fue el comienzo de la Gran Revuelta Palestina de 1936, un acontecimiento de extraordinaria importancia histórica y considerado por algunos como la verdadera primera Intifada palestina. La revuelta surgió de las comunidades campesinas, las primeras en tomar las armas para resistir a los ocupantes sionistas y a la estrategia colonial sobre la tierra, pero rápidamente se extendió también a las zonas urbanas. Entre 1936 y 1939, la revuelta causó la muerte de 5.000 palestinos, al tiempo que desintegró y decapitó el movimiento nacionalista palestino (escisiones internas, líderes asesinados, encarcelados o exiliados).
La Gran Revuelta Palestina de 1936 fue un acontecimiento de extraordinaria importancia histórica, considerado por algunos como la verdadera primera Intifada palestina.
¿Hacia la partición de Palestina?
Paralelamente a las operaciones militares, el gobierno británico nombró una comisión de investigación -la «Comisión Peel»3 – para estudiar la naturaleza de las disputas. Una de las conclusiones de la Comisión fue rotunda: la asimilación entre las culturas judía y palestina ya no era factible y una Palestina binacional era un sueño lejano. Por primera vez, la partición de Palestina en dos Estados estaba sobre la mesa. Es más, la Comisión también propuso un intercambio de poblaciones, en la línea del intercambio de 1922 entre Grecia y Turquía, que llevaría a la creación de dos Estados más o menos homogéneos.
Decepcionada por esta propuesta y por la denegación de sus reivindicaciones fundamentales, la insurrección armada palestina reanudó, con renovada intensidad, iniciando así la segunda fase de la revuelta.
El impacto combinado de los esfuerzos militares y diplomáticos de Gran Bretaña puso fin a la revuelta en 1939, aunque se hicieron algunas concesiones a las demandas palestinas. Sin embargo, lo que los palestinos podrían haber ganado con la revuelta -y lo que los sionistas podrían haber perdido- pronto se vio superado por las consideraciones geopolíticas más amplias que rodearon el estallido de la Segunda Guerra Mundial…
NOTAS
1. Shaw Commission Report, 1930, http://ecf.org.il/media_items/1464
2. Report on Immigration, Land Settlement and Developement (Hope-Simpson Report), Sir John Hope Simpson, London, His Majesty’s Stationery Office, 1930, UN website archive on the issue of Palestine,
http://unispal.un.org/UNISPAL.NSF/0/E3ED8720F8707C9385256D19004F057C
3. Palestine Royal Commission “Peel Commission”, Report, 1937: https://ecf.org.il/media_items/290
Publicado originalmente en Voix Populaire.