Malcolm X, originalmente Malcolm Little y más tarde conocido como el-Hajj Malik el-Shabazz, fue una de las principales figuras del movimiento antirracista por los derechos civiles en EEUU en las décadas de los 50 y 60. Después de una juventud atribulada que lo condujo a actividades ilegales, estuvo preso durante varios años. En la cárcel se sumó a la Nación del Islam (NOI) y se convirtió en uno de los motores de la creciente organización después de su liberación.
Sin embargo, su trayectoria política, la situación en el terreno y un impactante viaje al extranjero harían que Malcolm se desilusionara de la NOI. Con una visión cada vez más radical, se movió hacia el panafricanismo, abandonando la Nación del Islam y fundando la Organización de la Unidad Afroamericana (OAAU).
El protagonismo de Malcolm tuvo como resultado una vigilancia y asedio constantes por parte de los órganos de seguridad, principalmente el FBI y la NYPD. Estas agencias buscaron constantemente infiltrar sus organizaciones. Rodeado de tensión y amenazas, Malcolm X fue asesinado por miembros de la NOI el 21 de febrero de 1965.
“Yo creo que al final habrá una confrontación entre los oprimidos y los opresores. Creo que habrá una confrontación entre los que quieren libertad, justicia e igualdad para todos y los que quieren mantener los sistemas de explotación.” [1]
Siendo un orador carismático, Malcolm nunca hizo un esfuerzo para moderar su retórica a fin de lograr mayor aceptación en el público. Sabía que era necesario confrontar al enemigo, y que el racismo no era un malentendido o una cuestión de mala voluntad. El mejor ejemplo de esto es quizás el comentario sobre “las gallinas que vuelven a casa a posarse” (“chickens coming home to roost”) tras el asesinato del presidente John F. Kennedy.
No obstante, tras (o acompañando) la retórica incendiaria había un análisis profundo del racismo como un problema estructural en EEUU, la discriminación y esclavitud/explotación de las minorías como un elemento clave de la acumulación capitalista y del imperialismo.
“Hace 100 años se ponían capuchas blancas y usaban sabuesos contra los negros. Hoy se quitaron la capucha blanca y se pusieron el uniforme policial, y cambiaron los sabuesos por perros policiales, pero siguen haciendo lo mismo.” [2]
El hecho de que esta cita de Malcolm sigue siendo perfectamente vigente pasados 60 años, es una demostración del progreso mínimo que se ha hecho para confrontar el racismo en EEUU, más allá de cambios cosméticos.
Con los asesinatos de (principalmente) hombres negros a manos de la policía que predominan en los titulares, sus palabras ilustran como el racismo estructural viene de la fundación misma del país. Y esta discriminación racial se sustenta en un aparato represivo gigantesco.
Al fin y al cabo, el aspecto más importante del legado de Malcolm X es la amenaza que sigue representando para el sistema. Por injusto que suene, Martin Luther King Jr. fue blanqueado por los medios, a tal punto que incluso los responsables de mantener el racismo, desde políticos hasta jefes de la policía, pueden citar (y distorsionar) cosas que dijo en el intento por desmovilizar a las masas.
Las posiciones políticas de King también evolucionaron, volviéndose cada vez más confrontativas hacia los grupos de poder. No obstante, tenían elementos suficientes para que el establishment lo convirtiera póstumamente en una figura tan útil como inofensiva.
En cambio, no fue posible realizar una operación similar con Malcolm (u otros como Huey Newton o Stokely Carmichael / Kwame Ture). Su confrontación intransigente contra un sistema terriblemente injusto hace que sea recordado, en el mejor de los casos, como un ejemplo peligroso o alguien demasiado radical. Incluso algunos políticos exitosos afroamericanos no se atreven a reivindicarlo, por temor a parecer subversivos.
“Yo defiendo la violencia si la no-violencia significa que seguimos postergando la solución al problema de los negros – sólo para evitar la violencia.” [1]
Un aspecto en particular que diferencia a Martin Luther King de Malcolm X (y de muchos otros que le siguieron) es la cuestión de la violencia. Mientras para King la no-violencia era innegociable, lo que lo llevó a priorizar acciones de resistencia pasiva o boicots, otros líderes discrepaban y se negaban a plantear la no-violencia casi como un fin en sí mismo.
Malcolm, por su parte, siempre hacía énfasis en la autodefensa, argumentando que las comunidades negras tenían el derecho a defenderse. En última instancia, de la pobreza a la represión policial, todos los aspectos de la vida de las comunidades afro-descendientes son inherentemente violentos, y Malcolm simplemente decía que es tan absurdo como contraproducente exigir la no-violencia sólo por parte de las víctimas. Pero sacada del contexto, esta posición se utiliza para mostrarlo como alguien que glorificaba la violencia.
Pasados más de 50 años desde su asesinato, Malcolm X sigue siendo muy incómodo para el establishment en EEUU. El racismo estructural, con sus manifestaciones que fueron desde la esclavitud hasta el encarcelamiento masivo, parece más frágil cada día. Reivindicados o re-descubiertos, Malcolm y algunos otros todavía tienen mucho que enseñar sobre la arquitectura de este sistema opresivo y cómo destruirlo.
Referencias
[1] Autobiografía de Malcolm X (1964)
[2] Entrevista con Louis Lomax (1963)