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Poemas «Desafío Roque Dalton»

Cortometraje

Amor mío amanece
saciados fuimos con el fruto de bronce

El fruto de bronce nos había cegado
su belleza negaba que fuese para comer
pendiendo ahí del árbol
como la niña de los ojos de los grandes museos.

Por ello me complazco del viaje
a lomos de la ballena comedora de rosas.

Por eso en el purísimo castillo encontré la verdad.

(No lo penséis más:
en el centro del mundo hay un lecho magnífico
y ello no contradice a la ciencia
que nos habla de tantas clases de fuego).

¡Oh!


que salvaste la fogata de la destrucción
al levantarte en medio de la hierba
y dividir el tropel de búfalos en dos grandes manadas,
una que se fue directamente al abismo que ni siquiera daba

[en el mar
y otra que se convirtió en una pequeña sábana de bueyes

[Mendelsohnianos
ofensivamente aptos para alimentar a nuestra descendencia
[por los siglos
de los siglos


que intentaste salvar mi alma leyéndome interminables editoriales

[de Pravda
y artículos de fondo de Nuestra Palabra
mientras yo solamente pensaba en robar el fuego espumoso,

[el fermento
de la peor propaganda inseminadora,
la playa de la lepra en ocasión de algunas noches africanas,
pero también la única representante de la luna irreal,

[la maravillosa,
en la tierra;
la imposibilidad de Miguel Ángel,
la causa de los mohines de Benvenuto Cellini,
la tragedia emplumada o encuerada de los mercados franceses,
el alarde comparatorio que justifica a los melocotones por no

[poder hacer la historia,
la quincallería de las casas de putas;
tu carne, quiero decir,
Ruperta,
si me perdonas la expresión.

Home sweet home

Vino el problema con la golondrina.
Mis amigos me lo decían
pero yo siempre contesté filosóficamente
que de las mujeres mejor no hay que hablar.
Ella ya me había perdonado
que sufriera reacciones a la vista de la Catedral de Pamplona
y que tuviera que entrar a rezar en la Capilla Sixtina
bajo un paraguas.

Ayer se fue hacia el crepúsculo
en la bandada de las seis.

Moraleja:
para esto de iniciar una crianza
de pececillos japoneses
lo peor es estar casado con una golondrina celosa.



 


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