
Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. América Central es un territorio de contradicciones, violencia y rutas de narcotráfico. Washington nunca toleró amenazas a su poder en la región, sosteniendo dictaduras militares e invadiendo directamente cuando fue necesario. La imposición de políticas neoliberales en países como Guatemala y Honduras solo ha generado pobreza e inestabilidad. La consecuencia más visible son las frecuentes y gigantescas caravanas migrantes que marchan desesperadas hacia la frontera sur de Estados Unidos en la búsqueda de un futuro mejor. Pero lo que encuentran es xenofobia, discriminación y más violencia.

El Caribe es quizás el territorio donde luce más álgida la confrontación soberanía vs. imperialismo en el hemisferio. Al bloqueo estadounidense contra Cuba, que lleva ya más de 60 años, se suma ahora un programa de brutales sanciones contra Venezuela para provocar un “cambio de régimen”. Washington no desistirá mientras existan malos ejemplos que pongan en cuestión su hegemonía en su “patio trasero”. La región vive un clima de constante tensión, con múltiples bases y constantes ejercicios militares norteamericanos, principalmente en Colombia, donde el paramilitarismo y el narcotráfico siguen dictando la ley.

La llegada de Jair Bolsonaro al poder en Brasil ha sido catastrófica en diferentes niveles. El presidente de extrema derecha ha impuesto un programa neoliberal, que sumado a una gestión criminal de la pandemia ha dejado consecuencias sociales dramáticas. Su gobierno ha dado luz verde a los intereses mineros y ganaderos que han arremetido contra los movimientos campesinos, además de expandirse en la Amazonía y atacando a los pueblos que ahí habitan. Las consecuencias han estado a la vista, con récords históricos de incendios que ponen en peligro el principal “pulmón” de la región.

Los pueblos originarios han asumido un papel preponderante en países Andinos como Ecuador, Bolivia y Perú. En Ecuador, los movimientos indígenas protagonizaron una rebelión que forzó al gobierno a retirar un “paquetazo” neoliberal en 2019, aunque finalmente la derecha ganaría la elección en 2021. En Bolivia, el MAS, así como los sindicatos obreros y campesinos, estuvieron en pie de lucha contra el golpe fascista hasta reconquistar el poder en las urnas. El frente de lucha más álgido en el presente es Perú, donde el dirigente sindical del “Perú profundo” Pedro Castillo ganó la presidencia de forma sorprendente pero ahora se enfrenta a la ira de las élites del país.

Chile fue la cuna del neoliberalismo, pero los movimientos sociales están determinados a que sea también su tumba. Una insurrección masiva en el 2019 finalmente hizo temblar las estructuras heredadas de la dictadura. El fantasma neoliberal sigue vivo en Argentina también, con un gobierno peronista que intenta arreglar una economía estancada y una gran deuda exterior. La lucha por la tierra y sobre todo la lucha del pueblo Mapuche es otro elemento que comparten los dos países del Cono Sur. La resistencia Mapuche es la primera línea de defensa del medioambiente contra las grandes multinacionales.