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Monstruas del arte urbano: Bonie

Colombia

Sin ánimos de polemizar al respecto, el arte mural pareciera estar privilegiando cualquier cosa redituable menos la imaginación. Murales avasallantes, monolíticos, gentrificadores, con los que es imposible establecer una relación de diálogo urbano entre arte y habitantes, se están poniendo muy de moda. Sintomático que el hiperrealismo parezca llevar la delantera en este negocio. Sin embargo, aún hay artistas que no se parecen a nadie más que a ellos mismos. Si bien siempre encuentras un hilo que los ata a otras experiencias, otras estéticas, a un pasado lejano o reciente, artistas de esta suerte van en su botecito atravesando ligeros, como ingrávidos, las severas ondas marcadas por los buques de las tendencias contemporáneas.

En esta columna ya he reseñado artistas de Colombia de irrefrenable personalidad. De buenas a primeras podría parecer que Angélica Olmoz, también conocida como Bonie, proviene de la costa, o quizás de Las Antillas, o el Caribe, o de algún lugar en donde lo mágico parezca la más posible de las naturalezas. Pero Bonie nació en Bogotá, megalópolis con frío y sin mar.

Bonie pintando un mural

Empezó como casi todos en el arte mural, a través de amigos. De muchacha pudo conocer esa alegría que experimentan los otros con el arte que uno les deja en sus hábitats, un amor que todos los artistas del espacio público conocemos y amamos.

“He viajado por el mundo los últimos cinco años de mi vida, y casi siempre cerca al mar”

Bonie también padece un mal de muralista: la transhumancia. “He viajado por el mundo los últimos cinco años de mi vida, y casi siempre cerca al mar”. Lo cual confirma la naturaleza acuática y solar de todo lo que hace.

Mural de Bonie

De Bogotá dice que encontró el verde en los cerros, las montañas, pero que el entendimiento del color le vino en otros viajes. Pero ella no solo es color, ella también es formas, cadencias, curvas, profusas ornamentaciones. ¿De dónde nace todo esta festividad de elegantes sensualidades? Ves a una de sus mujeres, sus atavíos, y buscar descifrar su procedencia, el acervo cultural del que se arraiga, sin lograrlo del todo ¿De dónde sale toda esa envolvente erótica de las formas, ornamentos y signos que nos resulta tan local y tan universal a la vez? “Mi paso por Cuba y México fue determinante en términos de color en mi trabajo. En México empecé a ver el trabajo de los artesanos  y de diferentes tribus indigenas… Si entras a una plaza de artesanías en México ves que es una explosión de color… Hace dos años tuve la oportunidad de vivir en Egipto, en una ciudad cerca al Mar Rojo llamada Safaga, desde muy pequeña Egipto me había causado fascinación. Turquía y Egipto fueron estimulantes, recuerdo cuando estaba paseando por el Gran Bazar en Estambul, y veía esas piezas de plata talladas a mano con tanta exquisitez y delicadeza, que creo que quedo grabado en mi de una manera rotunda. Mucho tiempo después empiezo a investigar sobre los indígenas Koguis, Emberas y Wayúu y veo que ellos trabajan muchos ornamentos en sus textiles, y en mi obra empieza a aparecer una abstracción gráfica de los textiles de estas tres comunidades de mi país. Entonces, mi trabajo es una mezcla, es una bitácora de viaje que da cuenta de los que mis ojos han visto, son anotaciones minuciosas, es mi pulsión por ver, verse y ser vista.”

“Mucho tiempo después empiezo a investigar sobre los indígenas Koguis, Emberas y Wayúu y veo que ellos trabajan muchos ornamentos en sus textiles, y en mi obra empieza a aparecer una abstracción gráfica de los textiles de estas tres comunidades de mi país.”

Bonie

Y también influyó mucho en ella su amigo y maestro Ródez, otro monstruo del arte urbano, cuya profusa ornamentación e intrincadas grafías es el elemento que construye sus figuras. Es un maestro en todo el sentido de la palabra. “La gente que generosamente me ha enseñado tanto como Ródez, a quien admiro y quiero profundamente, y los pasos que he recorrido, las ciudades, bosques, y desiertos donde he vivido.”

Desde todo lo viajado y aprendido, Bonie nos entrega artes de una sensualidad desbordante. Mujeres hermosas abrumadas de preciosismos. Pero ella también se demora en vegetaciones, en animales y muy categóricamente, en escarabajos (¿influjo egipcio?). Las razones por las cuales sus muros se pueblan de insectos es un misterio que me parece delicioso dejar sin respuesta. Lo suyo no es la sensualidad convenida por códigos culturales, del pop, el fashion o las tendencias, sino crear una constelación de estímulos sensoriales que nos produce su deliciosa fiesta de colores, formas, y caligráficos ornamentos que nos refieren un mundo, el mundo de Bonie. Alguien le dice que sus mujeres son muy Modigliani, otros que si Wegener, yo mismo le preguntaba por Breadsley. Ella los descubrió después de encontrar el camino de lo que le despierta las emociones y al parecer no hay influjos europeos en su búsqueda. Pero lo más hermoso de Bonie es que por más que sus influencias sean translúcidas, ella sigue navegando las aguas en su botecito sin perturbarse por los imaginarios ajenos. Bonie es Bonie.

Las opiniones expresadas por las y los autores no necesariamente coinciden con las opiniones de la totalidad de la Comunidad Utopix.

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